UNA LECTURA PSICODRAMÁTICA PROFUNDA DE LOS LABERINTOS VINCULARES.
Menegazzo, C.M.
Fecha de recepción: 30 de mayo 2018.
Fecha de aprobación: 9 de julio 2018.
LA HOJA DE PSICODRAMA Nº 67 (40-52)
Resumen
El motivo de esta presentación es comunicarles lo descubierto al mirar el trasfondo de las escenas. La práctica del Psicodrama, el Sociodrama y la Amplificación dramática nos han permitido apuntar a un más profundo esclarecimiento de los procesos de vincularidad. Denomino laberintos vinculares a las situaciones y sorpresas de la vida que disparan desencuentros relacionales sombríos, choques, tormentos, caídas y sufrimientos, difíciles de comprender. Y las tres perspectivas que propongo para analizar esto son: la mirada a lo dramático-situacional;el estudio de umbral de concepción; la mirada hacia lo ancestral. Estas ópticas pueden permitirnos una lectura más profunda de lo humano. Al articularlas; tendremos una mejor comprensión de nuestros laberintos y del sentido de sus desafíos, pruebas y enseñanzas de la Vida.
Abstract
The motive of this presentation is to communicate what was discovered when looking the undertone of the scenes. The practice of Psychodrama, Sociodrama and Dramatic Amplification have allowed us to aim at a deeper clarification of relational processes. He named relational labyrinth to life situations that trigger gloomy relational disencounters, clashes, torments, falls and suffering, which are difficult to understand. I propose three perspectives in order to analyze the former: the view of situational-drama; the study of conception threshold;the view towards the ancestral These viewpoints allow us to reach a more profound understanding of human phenomenon. By articulating them we can achieve a better comprehension of our labyrinths and of the meaning of the challenges, tests and learnings of Life.
Una lectura psicodramática profunda de los laberintos vinculares
Si tuviera que definirme a mí mismo ante ustedes, me presentaría como un “indagador de escenas” y un “explorador de mitos”. Lo que quiero compartir hoy es justamente esta inquietud exploratoria. Por esto a este artículo lo he denominado: “Lectura psicodramática de laberintos vinculares”. Los psicoterapeutas que trabajamos con grupos, además de ser buceadores entusiastas que miramos con asombro la gran riqueza de las escenas grupales, somos investigadores fascinados por los fenómenos relacionales y la fenomenología de la vincularidad. Pues bien, el motivo de esta presentación es comunicarles qué hemos descubierto al mirar el trasfondo de las escenas. Partiendo de nuestro común interés antropológico: si algo ha sido realmente intentado en nuestras reflexiones como psicoterapeutas de grupo ha sido ir articulando.
En Argentina fue, a pesar de los consejos de Pichón Riviére, recién a partir de la práctica grupal compartida en los hospitales -a finales de la década del 60 y en la primera mitad de los 70- cuando empezamos a ir un poco más de la mano. No tuvimos más remedio que comenzar a mirarnos, casi sin querer queriendo. De estar en los mismos espacios, de trabajar tan de cerca y en tiempos tan inquietantes, fue surgiendo la necesidad de formar alianzas profesionales y superar mutuas competencias (a veces demasiado críticas). Así surgieron notables colaboraciones y fértiles articulaciones reflexivas que nos enriquecieron a todos. Recordemos a Fidel Moccio junto a Tato Pavlosky y a Carlos María Martínez Bouquet.
Raúl Usandivaras en tren de seguir citando ejemplos enriquecedores, nos fue donando tesoros con sus sabias investigaciones. Resulta admirable su propuesta del Mito de los Argonautas como modelo paradigmático para el estudio de los procesos grupales. A mi entender este modelo es importante porque da luz a nuevos horizontes simbólicos en nuestros trabajos de amplificación dramática y nos permite apuntar a un más profundo esclarecimiento de los procesos de vincularidad. Favorece la comprensión de la Fenomenología de la Nostridad y el mejor acompañamiento terapéutico hacia la humanización. Es tan importante su propuesta para la antropología vincular como lo han sido los Mitos del Grial, La Saga del Rey Arturo, Los Caballeros de la Tabla Redonda y Percival, ofrecidos por Carl Gustav Jung y la escuela de Zurich. Y (a su vez) los Mitos del Héroe trabajados por Joseph Campbell y Mircea Eliade, que enriquecen la comprensión simbólica de aquello que en psicología analítico-sintética se denomina individuación; proceso que puede conducir a cada ser humano hacia su esencia, su auténtica vocación, el propio sentido de existencia y su mismidad. Además, con la propuesta de estudio del mito de los Argonautas, Usandivaras nos ofrece un paradigma de refexión en torno a la fenomenología de lo grupal; seguramente tan importante como lo fueron los modelos de Edipo y Electra, para la fenomenología de lo transferencial en los trabajos bipersonales.
Dejo un último ejemplo para subrayar el valor del diálogo y el intercambio transdisciplinario que siempre nos nutre: con Alfredo Moffat se plantea seriamente la lectura arquetípica de las escenas situacionales porque, según me decía la última vez que nos encontramos, ¿De qué otra manera podemos nosotros, criados en una «cultura pequeñoburguesa», entender la problemática de los grupos transculturalizados, con quienes estamos trabajando a diario, si no lo hacemos desde una lectura que nos dé elementos para comprendernos y para que nos permita, además, encontrarnos en lo universal?
Para nuestro diálogo
Bien: voy a presentarles hoy tres posibles lecturas de la escena psicodramática.
¿Cuáles son las miradas que les propongo?
En primer lugar son propuestas que tienen antecedentes. Un gran teórico, Foulkes, en la línea de la Teoría de las Relaciones Objetales en Psicoanálisis, nos describió cuatro niveles de comunicación en la vincularidad grupal:
- Actual
- Transferencial
- Proyectivo
- Primordial (el más profundo)
Foulkes señaló que la posibilidad de explorar este cuarto nivel de las vincularidades humanas puede hacerse gracias a los trabajos junguianos.
¡Pues lo que les voy a proponer en este trabajo es precisamente esto!
El trasfondo primordial de los laberintos vinculares
¿Qué entiendo cuando digo: laberintos relacionales?
Apelo a esta frase cuando una pareja está en plena tormenta, por ejemplo. En un gran “tole-tole”. Ellos se preguntan cosas -juntos o por separado- como estas: “¿por qué a mí?”, “¿qué está pasando?” “¿quién nos metió en esto?”. Hay una frase muy porteña en relación a este tipo de desvelos: “Dios nos cría y el viento nos amontona”. ¡Me estoy refiriendo, cuando hablo de laberintos, a los callejones en los que nos encontramos metidos! Situaciones y sorpresas de la vida que disparan actuaciones, encontronazos, tormentos, zafarranchos y caídas (con sus consabidos sufrimientos). Grandes virajes, curvas y recodos del camino que se nos hacen difíciles de comprender y que merecen algo más que una sola mirada instrumental.
Las tres perspectivas que propongo para analizar esto son:
– La mirada a lo dramático-situacional, que nos va dando idea de aquello que está aconteciendo en la superficie sistémica de lo vincular, en el contexto de la cotidianeidad.
– La mirada hacia lo ancestral, con específicos registros que siempre subyacen en el co-inconsciente transpersonal-étnico-clánico-familiar, transmitidos durante los pasajes por la matriz de identidad y la matriz familiar, abordadas por Jacobo Levy Moreno[1].
– La investigación de lo arquetipal, que nos condiciona en grado sumo y que hemos heredado a través de los tránsitos originarios por la matriz cósmica y la matriz biológico-genética que nos señaló el padre del Psicodrama[2].
Sé que hay colegas lectores que conocen la Teoría de los arquetipos pero, a riesgo de aburrirlos, voy a abordarla ya que el tema de las fuerzas arquetipales es esencial para continuar este artículo.
Alguna vez sostuvo Freud: “Estamos desarrollando una teoría de los impulsos libidinales, alguien va a tener que desarrollar una investigación de los impulsos del yo”. Después se desdijo, pero fue por otras razones. Pues bien, en su misma escuela Adler, Jung y Bingswanger ya estaban aportando en torno a esta propuesta. Posteriormente, fuera de la escuela psicoanalítica, también lo hicieron Jacobo Levy Moreno, así como Fritz Perls y otros.
Una introducción al inconsciente colectivo y sus fuerzas arquetipales
Cuando nos referimos al concepto de arquetipo debemos distinguir siempre dos elementos coexistentes y coimplicantes: la “Fuerza arquetípica” y la “Imago arquetípica”. Tanto fuerzas como imagos (figuras o conductas en el campo de lo psicológico), tienen que ver con “los impulsos del yo”.
Muy sucintamente, con respecto a los contenidos del inconsciente colectivo, hablar de estos impulsos es una manera de hablar de “fuerzas arquetípicas”. Son fuerzas que se rigen por sus propias leyes, tanto en el macro como el microcosmos, entendiendo aquí por microcosmos al hombre y por macrocosmos, a todo el universo. ¡Son las mismas fuerzas! Vamos a representarlas como conformando un solo haz.
La primera gran fuerza arquetípica es la “Ley de la Vida-Muerte-Vida” (cuando se piensa en arquetipos siempre hay que pensar en opuestos, hay que aplicar un pensamiento dialéctico). Es la fuerza que rige, por ejemplo, la ecología.
Buda, sin lugar a dudas sabio antropólogo y gran terapeuta, decía:
«El pimer paso para que el hombre pueda lograr algún día la sabiduría, es aceptar que frente a esta gran ley de la Vida-Muerte-Vida, el ser humano no tiene ninguna injerencia”.
Ante esta ley, los seres humanos tenemos que aceptar que apenas podemos asumirnos como mero instrumento.
- La segunda gran fuerza arquetípica es la “Ley del Amor-Odio«. Los psicodramatistas trabajamos a diario con ella. ¡Cuánto hemos aprendido de sus vehemencias y sus contradicciones! ¡Cuántas veces el amor, en los vínculos, está encubriendo el odio y de qué manera, otras veces, el odio está enmascarando nuestro miedo al amor! Dos polos contradictorios de una misma ley arquetípica. ¡Y cómo arrecia esta gran fuerza arquetipal, tanto en el microcosmos como en el macro! ¡En el macrocosmos esta ley rige la atracción y el rechazo de astros y estrellas!
Buda nos dijo hace 2500 años:
«El segundo paso para que el hombre pueda continuar el camino hacia la sabiduría será aprender que, frente a esta ley, la del Amor-Odio, el ser humano apenas tiene un pequeño margen de libre albedrío».
¡Muy pequeño por cierto! Tanto que a veces, cuando la fuerza de la Vida- Muerte-Vida arrecia, nuestro libre albedrío se tambalea. Son momentos en los cuales pueden caer vallas, normas, tabúes y esto suele multiplicarse como secuencias de conductas apasionadas, desordenadas e incluso antiéticas del amor – odio.
- La tercera de las fuerzas arquetipales es la “Ley de Interioridad-Exterio-ridad. Todo lo referido a“persona”, “mismidad”, “otridad”,“ascenso o descenso de identidad”,“fusionalidad grupal”,“rescate de la propia identidad” (etc, etc…), está relacionado con esta tercer fuerza.
Buda nos señaló con respecto a ella:
“Para internarse en el camino de la sabiduría, hay que aceptar que la interioridad es siempre mucho más importante que la exterioridad”
Y por cierto: la investigación de nuestra mismidad, el autoconocimiento, es esencial para poder comprender verdadera y auténticamente la exterioridad.
Mahatma Gandhi solía decir:
“El sustento de la verdad de afuera sólo puede encontrarse trabajando nuestra verdad interior”.
Y Carl Gustav Jung decía:
“Si uno mira sólo hacia afuera, fantasea. Cuando mira hacia dentro, despierta”.
Ejemplos:
¡No puede haber “rol espontáneo” si no se lo sustenta en la“mismidad”!
¡No se puede dar amor, si uno no puede amarse auténticamente a sí mismo! ¡Y esto exige trabajar el propio narcisismo! – ¡Nada de lo que es verdaderamente malo para mí, puede ser bueno para el otro!
Permítanme precisar algunos detalles entonces, en torno a las fuerzas arquetípicas y sus imagos. Estas últimas son aquellas apariciones figurativas, prototípicas y recurrentes que emergen de manera variada y rica según cada cultura. Son imágenes – la del Mandala, por ejemplo – que con sus formas específicas remiten a las fuerzas que las promueven. Nos muestran simbólicamente, con facetas diversas, aspectos polisémicos que siempre se vinculan. Por ejemplo: Imago del Gran Padre (la ley) temido y admirado, Imago de la Gran Madre-Pachamama (omnipotente dadora o terriblemente destructiva y trituradora), Imago del Héroe (luchador inciático), Ánima y Ánimus (consejeros que acompañan hacia el logro o el malogro), Gemelos (héroes polares complementarios y generalmente viajeros). La comprensión simbólica de cómo actúan los registros de estas figuras universales en nuestros vínculos puede ser muy iluminadora. La Imago no sólo aparece como lo que solemos entender literalmente ante el enunciado figura (ej.: mandala); se manifiesta también como trama de interacción humana, grupos tipificantes (ej.: argonautas) o como modelos simbólicos de conducta (ej.: Edipo y Electra). Son imagos arquetipales, sumamente condicionantes también, las terribles huellas contenidas en la urdimbre y la trama del co-inconsciente vincular: registros de tiranías, terrorismo de estado, torturas, secuestros, situaciones límite, hambrunas, escenas de supervivencia, antropofagia, incestos, parricidios, matricidios, filicidios, fraticidios, magnicidios, etc., que fueron marcadas por todas las culturas y las tenemos en nuestras profundidades más hondas. A veces es necesario llevarlas al alcance de nuestros ojos. ¿Acaso no son estas escenas arquetipales las que condicionaron las grandes migraciones?
Volviendo entonces al tema de los viajes y a su importancia prototípica en las profundidades vinculares, ¿acaso los procesos analíticos grupales (o bipersonales) no son también viajes, simbólicamente hablando?
La mirada a lo arquetipal en nuestra tarea clínica, como vemos, puede abrirnos una visión más honda de lo vincular. Todo proceso grupal es realmente el desarrollo de un tránsito iniciático (la educación también lo es). Son senderos de crecimiento y de transformación. Verdaderos caminos plagados de laberintos. Por eso los mejores modelos que nos permiten leer hacia dónde vamos son los mitos de viajes y sus desafíos arquetipales. Sus paradigmas son los que pueden señalarnos, cuando apelamos a la reflexión y a la amplificación dramática, hacia qué horizontes estamos encaminándonos con el acompañamiento: hacia el abismo de lo destructivo, o hacia logros de libertad, integridad y auténtica creatividad. Conocer los modelos legendarios que todas las culturas nos ofrecen con variadas sagas, en torno a viajeros heroicos (Ulises y la Odisea, el Éxodo del pueblo judío, Pércival y el Santo Grial (etc.), nos permitirá una mayor riqueza de ideas que no es poco en absoluto para un mejor acompañamiento terapéutico.
Después de esta sintética introducción a lo arquetipal, voy a adentrarme ahora en el tema que prometí al principio: cómo profundizar nuestra mirada ante los conflictos vinculares.
La mirada a lo dramático–situacional da razón del aquí y ahora conflictivo
Laberintos en los que el viento nos arremolina: imaginemos a dos personas que se enamoran, con gran pasión. Puede ocurrir entre compañeros de un mismo grupo psicodramático. Suele tratarse de unas de las tantas formas de resistencia. Como coordinador, me ha tocado presenciarlo varias veces. Intiman y los dos mantienen el secreto por pudor, pero tarde o temprano se va haciendo evidente. Los coterapeutas entonces (control de por medio) indicamos separar a los enamorados para que continúen sus diferentes procesos de autoconocimiento en grupos diversos, para respetar los espacios de intimidad y preservarlos de múltiples contaminaciones transferenciales. Algunas veces el amor no es “pura transferencia” y los ex compañeros se casan (ha ocurrido) e incluso continúan sus tareas psicodramáticas por separado, tal como se les indicó. Tenemos entonces la oportunidad de seguir acompañándolos a lo largo de sus personales vivencias de crisis, callejones y conflictos, propios de toda vida de pareja. Siempre nos han enriquecido estas posibilidades de seguimiento[3].
Hay una frase típica en la escena de los recién casados en la “Belle Époque”, cuando el novio alzaba en vilo a su amada para conducirla al tálamo nupcial, anhelando intimidad: “¡Al fin solos!”. ¡Nada más ilusorio! Hoy sabemos que llevamos muchos fantasmas al cruzar ese umbral. ¡Es un milagro que no colapsen las camas cameras en las lunas de miel.
¡Es que llevamos grupos internos (vivitos y coleando), dentro! Las muchedumbres fantasmáticas de las siete generaciones que nos preceden con sus propios registros de memoria pasional. Son huellas de arquelogía psíquica, nuestra “herencia ancestral”. Tales registros pueden reactualizarse en la vincularidad. Contando nada más que con los condicionantes promovidos por “líneas de ombligo matriarcales” y “cadenas patriarcales” (generación tras generación), pesan la friolera de 254 personajes ancestrales con sus vivencias pasionales (para cada integrante de la pareja). Entre los dos integrantes de la díada suman registros de 508 historias diferentes. ¡Cuántos secretos!
Si agregamos además en cada anillo prebiográfico, otros entenados: hermanos, tíos, primos, amigos de los respectivos “clanes familiares” que también cuentan (¡y cómo!), suman muchísimos más. ¡Y cómo no van a recontrapesar! ¡comprendan que ha sido un verdadero milagro cada vez que nos ha ido más o menos bien!
Ahora supongamos que a la pareja de nuestro ejemplo le ha resultado aceptable la cosa y ha continuado la convivencia, y esto les permitió perdurar juntos hasta el prurito del séptimo año, pero ahora consultan en plena crisis, justo a quien los vio enamorarse dentro del mismísimo grupo psicodramático. Generalmente los terapeutas acompañamos sólo escorzos de procesos vinculares. Pocas veces seguimos largos tramos de desarrollos relacionales. Solemos tener una mirada puntual.
Ahora veremos de qué manera combinar la visión de lo ancestral y lo arquetipal a la mirada situacional, para enriquecer nuestras posibilidades de acompañamiento clínico. Precisamente, en este intento de mirar un poco más, empezamos a tomar cierta distancia de las escenas situacionales y comenzamos a redimensionar las anécdotas, teniendo en cuenta lo ancestral-arquetípico que puede estar condicionándolas. Entonces la cosa se enriquece y la visión se aclara. Estos trabajos con los registros transpersonales, nos pueden dar idea sobre hacia dónde hay que actuar para lograr integraciones catárticas, realizaciones simbólicas y autoconocimiento y no dejarnos arrastrar hacia recodos infernales de los laberintos vinculares.
Los registros prebiográficos (ancestrales y arquetípicos) de nuestro co-inconsciente vincular e inconsciente colectivo, constituyen trama y urdimbre intrincadamente entrelazadas en un único tejido. Tesoros éstos pero cargados de potencialidades conflictivas. Trabajar psicodramáticamente para liberarnos de condicionamientos ancestrales es también operar positivamente con lo arquetipal, y viceversa.[4]
El trabajo con las escenas cargadas de registros arquetípicos
Podemos ver ciertas veces, que suegras, madres o esposas, no son sólo suegra, madre, esposa, porque desde el transfondo de lo vincular están caldeadas (para bien o para mal) como encarnaciones de “La Gran madre”. Y cuando aparece La Gran Madre, también aparecerán en lo vincular otras fuerzas arquetipales que impulsarán poderosamente a jugar roles de “Héroe” o de “Víctima”, con “luces” y “Sombra”. Entonces comenzamos a comprender que tales escenas, vistas ahora con estos transfondos, nos dan razón de dónde venían los condicionamientos del laberinto situacional conflictivo. No importa si estamos mirando la escena de un sueño, de un “acting”, o de una crisis de vida cotidiana. Cualquier escena vista con esta nueva mirada, nos da muchas más claves y nos permite saber hacia dónde dirigir nuestras tácticas y estrategias terapéuticas. Esto permite hacer surgir humor en el vínculo y que aflore la esperanza. Aquellos que estaban metidos en un callejón, cuando logren distinguir suegra, madre y mujer, diferenciándolas de La Gran Madre, podrán comenzar a comprenderlas y vincularse con ellas como personas. Habrán empezado a sacarles la proyección del un poder terrible y podrán comenzar a aceptarlas con sus humanos defectos-virtudes y no sentirse castrados por ellas.
Estas tareas psicodramáticas de desmitificación son también, en última instancia, procesos heroicos. Serie de batallas luchadas dentro y fuera de los laberintos vinculares que valen la pena, porque conducen (disolviendo monstruos) al autoconocimiento de los propios miedos y los propios tesoros, para poder asumirse como varón y mujer adultos. Y como tales buscar además vinculo saludable con la naturaleza y una relación menos cargada de hipnosis ideológica con el sistema social.
Descubrir los condicionamientos de las fuerzas arquetipales nos sirve fundamentalmente para desengancharnos de “Los porqués” de nuestras conductas y tratar de comprender “Los para qué”. Abrirnos al “Sentido” y al “Darnos Cuenta”, ya son “Propuestas de Salud”. Esto por sí solo no nos da total seguridad, pero nos otorga por lo menos el atisbo de hacia dónde estamos yendo en el camino de nuestra Vida. Nos permite visualizar cuándo nuestras crisis, que parecieran llevarnos hacia el malogro en lo hondo, pueden ser pasos de templanza. “Un mal que por bien nos viene”. Caminos a buen puerto y horizontes de fe y esperanzas.
El trabajo psicodramático con los registros ancestrales promueve también profundas comprensiones
A la pertinencia de las búsquedas arquetipales, agreguemos ahora la importancia de las investigaciones en los misterios de lo ancestral. Nos permiten lograr (nada menos) ese “Finiscila Hamlet” o “finiscila Ofelia”del que nos hablaba Don Enrique Pichón Riviére.
Vayamos a un ejemplo:
Conflictos que antes sólo leíamos desde la historia familiar y la mitología personal podemos hoy, encararlos como sucesos condicionados desde mucho más atrás. Si nos atrevemos a ejercer la mirada del viejo sabio, podremos comparar las crisis de pareja no sólo con lo que les pasó a los cuatro progenitores; comenzaremos por preguntar – ¿Qué les pasó a las abuelas y a los abuelos? – ¿qué le pasó a los bisabuelos?
Investigaremos ¿qué fue dándose en la línea de ombligos y las cadenas patriarcales de los anillos ancestrales? Buscaremos (junto a nuestros pacientes) lo que los junguianos llamamos “el repertorio cultural del inconsciente colectivo personal, familiar, del clan y de la etnia”. Descubriremos que hay cosas que curiosamente se repiten. Misterios, tesoros ocultados por pudor de intimidad que actúan caldeando positiva o negativamente en la vincularidad. Secretos a develar, para que dejen de promover defensas repetitivas. En el fondo, una vez descubiertos y elaborados, podrán ser rescatados como “Potenciales de profunda riqueza herencial”. Mientras permanecían ocultos y negados, el inconsciente (que siempre actúa protegiendo humanidad) sólo podía promover lo defensivo.
Hay clanes en los que determinadas familias padecen la muerte del primogénito. En otros clanes familiares se repite la muerte de la primogénita. Hay familias en las cuales de manera sistemática cada vez que una hija mayor cumple “determinada edad” se producen grandes conflictos vinculares en la familia. Separación de los padres, por ejemplo.
En diferentes grupos familiares del mismo clan se observan hechos claramente redundantes que gracias a la lectura de lo ancestral, comienzan a darnos razones del porqué de determinados condicionamientos defensivos.
Llamo “Mitemas” a repertorios de escenas contenidos en el inconsciente personal, co-inconsciente familiar e inconsciente colectivo; son figuras dramáticas que se repiten como mitos. Son registros muy característicos y podemos hallarlos, siempre que los busquemos, en las culturas clánicas de cada familia. Cuando nos disponemos a observarlos, los distinguimos como temas que se reiteran de especial manera. Hay que atreverse a mirarlos. Cuando comencé estas búsquedas, junto a mi colega de investigación, Herminio Castellá, allá por los inicios de la década de los 60 me inquieté mucho (les aseguro) porque (por supuesto), para poder mirar los mitemas familiares de los demás, uno tiene que enfocar primero los propios.
¡Es ley de oficio para nuestra profesión!
Cada vez que un mandato está condicionando las conductas en los vínculos, se da como una tensión a doble vía, promotora de laberintos: la fascinación y el freno. Hace un rato les decía de qué manera la lectura dramática nos daba razón “del cómo de los laberintos” y que la lectura arquetípica nos señalaba el para qué de un laberinto y hacia dónde nos lleva. Pues la lectura de lo histórico individual, enriquecido con la visión de los “repertorios prebiográficos de lo ancestral”, nos permite comprender nuestros por qués más profundos.
Hoy, quienes trabajamos en Psiconeuroinmunología, sabemos que, en el cerebro tenemos varios miles de millones de unidades de memoria. Esto, en términos cibernéticos, correspondería a una computadora que por su volumen no cabría en el más alto edificio en torre de la actualidad ¡tal es nuestro cerebro! En el producto de nuestro cerebro, nuestro aparato psíquico, nuestra mente, ¡todo está inscripto! – ¡absolutamente todo! Pues allí están los contenidos de aquello que estamos buscando para ser cada vez más libres: “la cultura de lo familiar y de los clanes ancestrales”. En tales registros vinculares inconscientes hay repertorios dramáticos que están subrayados, como en los programas cibernéticos. Hay escenas con determinados patrones que están remarcadas. Si está subrayada la fascinación por la hermana, ese individuo de nuestro ejemplo no va a caer en un incesto entre hermanos (eso ya ocurrió ancestralmente y el consabido sufrimiento anterior dejó registro de freno); pero eso sí, él puede tender a fascinarse con una compañera de grupo (un incesto simbólico). Como ya señalé, lo inconsciente tiende a mejorar las cosas, promueve mandatos que empujan hacia lo positivo siempre en aras a la superación y elevación en humanidad. Generalmente después de grandes sufrimientos registrados en las historias ancestrales a partir de la muerte de un hijo, el condicionamiento prebiográfico tenderá a promover crisis más livianas (separaciones entre padres e hijos, por ejemplo). Las pruebas de sufrimiento y de templanza de los antepasados legaron sus tesoros a las generaciones posteriores y aliviaron laberintos. ¡Esto da esperanzas! Si no fuera de este modo, con tantas tendencias nuestras a errores, tozudeces y estupidez, la humanidad no hubiera podido sobrevivir.
Los temas míticos contenidos en el inconsciente colectivo, sus escenas y tesoros
Ahora bien: ¿cuáles son estos grandes temas mitemáticos, tan característicos y condicionantes, registrados en nuestras profundidades vinculares? He logrado reunirlos en ocho grandes repertorios. En cada uno sintetizo conjuntos de escenas con características muy especiales. En líneas generales pude agruparlos siguiendo parámetros argumentales comunes. Antes de entrar a describirlos en gruesos trazos, quiero decirles que estos temas míticos se entrelazan los unos con los otros, de la misma manera como les decía hace un rato en torno a los registros arquetípico-ancestrales. Un repertorio lleva al otro y al otro, como en un continuum y así sucesivamente.
El Mitema del Amor Mágico, con sus historias de amores sublimes que contienen también aspectos sombríos: lo prostibulario, con sus típicos personajes y sus interacciones de poder; el macró, el gigoló, la madame, el cliente, la prostituta, el hijo de la prostituta, etc. – con sometimientos, luchas, víctimas y posibles rescates, se conecta (refiriéndome a La Sombra) con el Mitema de la Cortesanía: el rey malvado, la reina pérfida, la rival envidiosa, el alcahuete, el delfín rebuscado, el bastardo pretencioso, el verdugo, etc. Del mismo modo el repertorio que contiene lo prostibulario también se articula con el mitema sombrío de la hambruna y sus estrategias de supervivencia. La Cortesanía, siempre aludiendo a lo sombrío, muestra semejanzas con el Repertorio de los Poderes Feudales, así como al Mitema de lo Ritual (remito a ciertos espacios de poder tan característicos en la Corte Vaticana). En verdad, todos los repertorios, en lo sombrío, se entrelazan como trama y urdimbre de una misma tela nefasta en nuestro aparato psíquico personal y en el co-inconsciente vincular. No todo es sublime y luminoso dentro de cada uno de nosotros. Suelen aparecer con bastante frecuencia en el co-inconsciente familiar condicionamientos sombríos. Cada vez que en la cultura arquetípico-ancestral se reactualizan caldeamientos relacionados con la miseria y sus sufrimientos prebiográficos, los aspectos sombríos vinculares pueden volverse insoportables y el miedo por la muerte del hijo (por ejemplo) se hace trágico en todos los mitemas. Pero en el repertorio de Las Cortes, vida o muerte del hijo de una Reina o de una cortesana, amante del Rey, se transforma en un problema de estado. Sus luchas de poder, especialmente si la reina es yerma y el hijo bastardo puede volverse pretendiente al trono, transforman la cosa en algo trágico. Bastardo o Delfín, cualquier posibilidad puede ocasionar incluso guerras. Así también hay dramas entre otros personajes del mismo repertorio, por ejemplo jueces y verdugos. Otro gran peligro es la pérdida de esplendor, ya que en ello radica la capacidad de fascinación y de obtención de mercedes. Recordemos a la madre de Salomé y a Sherezade.
Pues bien, cada vez que el mitema ancestral de la cortesanía está demasiado subrayado en una determinada persona, desde la cultura prebiográfica de sus propios clanes familiares, tales individuos entre los cuarenta y los cincuenta años (tanto varones como mujeres), entran en profundas crisis de sentido existencial. Si han tenido una vida muy brillante pueden malograrse, enfermarse hasta el punto de sentirse baldados, fuera del circuito social, hasta deprimirse y morir. Para una Cortesana o Cortesano demasiadas veces, es preferible salir de escena antes que sentirse decrépitos y perder poderes de encanto y fascinación. Por supuesto que esta “preferencia” es generalmente un mandato inconsciente de que solo se ven los efectos. Les estoy dibujando las cosas a grandes trazos. Para una Gran Dama (o un Delfín) de cualquier Corte (sea monárquica, feudal o incluso en el ámbito de lo ritual), un resfrío jamás es meramente un resfrío, ¡es un problema de Estado! Tener un hijo no es mera paternidad o maternidad. Es poder para perdurar en un reino, conseguirlo o perderlo. No quedar embarazada, es correr el riesgo de ¡Ser repudiada! Estoy marcando perfiles con exageración, como en caricatura pero con estos trazos ustedes reconocerán seguramente un montón de escenas visualizadas en la vida cotidiana y en la clínica. Hay personas que cuando padecen un leve malestar, se comportan como si tuvieran un problema de estado. Y cuando tienen un hijo se instalan en un trono, como si se sintieran el Ombligo del mundo ¡Es que están muy tocados por el mitema de la cortesanía! Por supuesto he elegido comenzar por estos repertorios porque son los más divertidos. El Mitema de las estrategias de subsistencia y hambruna no lo es tanto. Para dar nada más que algunas ideas, recuerden que la subsistencia (tal como en el caso de los rugbiers en los Andes y otros ejemplos de crónicas históricas) la antropofagia fue la salida. La prostitución suele ser, en otros casos, estratagema para sobrevivir. Hay elementos que reaparecen recurrentemente cada vez que las culturas familiares reactualizan sus escenas de hambruna, de pánico y de espanto, según fueron dándose ancestralmente en nuestras diversas etnias migratorias. Todas ellas nos han dejado registros de verdaderos tesoros de maestría, pero también sentimientos de culpa que, al reactualizarse, dejarán aflorar señales reveladoras y códigos muy especiales. Hay una escena culpógena muy contundente en el “Diario de Ana Frank”. ¿Recuerdan al padre huésped que come a hurtadillas la vianda estrictamente racionada para la supervivencia de las dos familias escondidas en el mismo altillo?
Tengamos en cuenta que muchas de las diásporas que originaron nuestras migraciones, tanto las internas como las externas, con demasiada frecuencia han sido promovidas por grandes desamparos, catástrofes y guerras de todo tipo. En todas estas situaciones generalmente campeó la hambruna. Recuerden (hace tiempo) cuantas veces en nuestro país, en situaciones sociales críticas sin hambruna real (hoy desgraciadamente parte de nuestro pueblo está pasando verdaderamente hambre) en cada conato de golpe militar a la Casa Rosada, los almacenes, de repente quedaban vacíos de alimentos y las alacenas de los hijos de inmigrantes europeos se llenaban de mercadería que, en otras ocasiones nadie hubiera comprado. He aquí una conducta masiva movida por el repertorio ancestral del que estamos hablando. Cuando estas escenas arcaicas contienen (además) el desesperado registro de la antropofagia, los miedos proyectados hacia el vínculo con los hijos pueden tornarse en pánico; ante el espanto de posibles raptos para la caza de carne. El rumor, tan difundido en nuestro medio en torno al secuestro de chicos para el uso de los trasplantes de órganos, es a mí entender una de las modernas formas racionalizadas de repertorios del inconsciente colectivo caldeados por los “pogromos criollos” que hemos padecido en la década de los setenta.
Otro de los grandes mitemas es el repertorio de los incestos. ¡Todos! ¡y en todas sus variables! – Horizontales (entre hermanos), verticales (entre padres e hijas y madres e hijos), heterosexuales, homosexuales, orales, anales, genitales, etc.….
Otro repertorio es el de las situaciones límite, con sus escenas de homicidios y suicidios en sus múltiples formas: genocidios, magnicidios, parricidios, matricidios, uxoricidios, filicidios, fratricidios; en fin todas las combinaciones imaginables. Y para terminar con esta enumeración hay que recordar también otros dos grandes mitemas: el repertorio de las iniciaciones rituales, con sus personajes específicos: novicios, aprendices, instructores y maestros iniciáticos con sus celebraciones sublimes y sus aspectos perversos! Por último la mitemática de las escenas épicas y personajes visionarios, con sus luces y sus sombras: dominadores, tiranos, esbirros, acólitos y aduladores, parásitos y soplones. Pero también ¡auténticos rebeldes y verdaderos libertarios!
Resumiendo:
Los grandes repertorios de registros de la cultura ancestral que se pueden activar en nuestro inconsciente vincular son:
Mitema 1º. Registros de escenas y personajes relacionados con la supervivencia, que incluye las escenas sombrías de la hambruna y sus tácticas .
Mitema 2º. Repertorio de situaciones y personajes relacionados con las Cortes
y sus intrigas.
Mitema 3º. Registros de escenas épicas y personajes visionarios; este repertorio
incluye figuras que promueven transformaciones sociales auténticamente positivas, así como también tiranos con sus estratetegias de sometimiento y esclavitud.
Mitema 4º. Repertorio de escenas relacionadas con lo ritual e iniciaciones chamánicas con sus celebraciones mágicas, sagradas o perversas.
Mitema 5º. Registros de acontecimientos caracterizados por situaciones límite.
Con sus escenas de homicidios y suicidios
Mitema 6º. Repertorio relacionado con hidalguías y poderes feudales.
Con sus escenas del derecho de pernada, seducciones y violaciones.
Mitema 7º. Registros de sucesos de transgresión libertaria e infracciones al Tabú.
Con sus escenas de incestos y castigos.
Mitema 8º. Repertorio de personajes que interactúan en torno al amor mágico.
Y lo sombrío propio de las prácticas prostibularias.
Por supuesto todos estos mitemas están ligados entre sí, se caldean vitalmente y se reactualizan de manera permanente. Se hallan registrados en los estratos coinconscientes-vinculares, y son trasmitidos de generación en generación en los umbrales de concepción y nacimiento de cada ser humano. Estas riquezas prebiográficas más allá de las 7 generaciones ancestrales son puros tesoros de luminosidad. Los registros, desde la séptima hasta el nacimiento de cada cual, están cargadas, tanto de lo positivo como de lo sombrío. Los más profundos (los de la séptima generación), están íntimamente imbricados con las memorias arquetipales. Cada uno de nosotros, como ya dije, posee el registro mitemático completo (los ocho repertorios), pero solo tiene algunos muy fáciles de ser caldeados. Solo algunos ¡Gracias a Dios!
El umbral de concepción, una puerta abierta a la cultura que heredamos de nuestros clanes raigales
La mirada que nos permite ver a tanta profundidad, lo que nos da sentido y razón de ciertas conductas, tiene una puerta de entrada. Una paciente (por ejemplo), cuando descubrió que se había “encamado” con un compañero de grupo psicodramático, promovidos en díada, por fascinación al incesto substituto entre hermanos, recién me pudo confiar (y era el tercer terapeuta que la acompañaba en su trabajo de autoconocimiento) que a los 13 años, en su adolescencia, había caído en el mismo “acting” con su hermano real; pero los mandatos habían tomado previsiones, ella era estéril y él azoospérmico (la vida reveló esto mucho después).
Un paciente varón, al abrise a estas investigaciones, pudo dar nuevo sentido a crisis por las que estaba transitando en su vida. Él se había enamorado perdidamente de una joven mujer quien estaba pasando por un laberinto propio, bastante complementario. Ella había concebido apasionadamente un hijo con un “pendejo” (un tanto subhumano todavía) quien casi inmediatamente se “rajó” de un solo salto transoceánico, a la mismísima Tanzania. Y el varón a quien estaba yo acompañando, con parecido quantum pasional, adoptó a ese hijo abandonado y se lanzó a jugar el rol de padrazo protector, fascinado, hiper-responsable. Al “darse cuenta” no disminuyó el amor, sólo caló hondo y la pasión se transmutó en sentimientos sublimados, más libres, más profundos, responsables, creativos. He aquí ejemplos de laberintos promovidos por fuertes mandatos inconscientes; casos clínicos que al ser encarados en profundidad para poder mirarlos mejor, dan visión de superación y de esperanza.
Pues bien, las puertas biográficas que permiten apuntar hacia la hondura de estos “porqués” son aquellas que (Herminio Castellá, Gabriel Castellá y quien les habla) hemos convenido en llamar: Umbrales de Concepción y Nacimiento.
Cuando logramos (mediante autoconocimiento) revisar analítica y sintética-mente en nosotros mismos, en los vínculos con nuestros seres significativos y en el mundo que nos entornó, los procesos de concepción y parto (que incluyen matriz materna) y analizamos a fondo los parámetros especialísimos que están en juego durante estos tránsitos, podremos sacarle gran provecho a sus tesoros. En tales registros específicos, contenidos en nuestros coinconsciente colectivo vincular y en el propio sistema nervioso central (a la manera de diskettes cibernéticos), nos han sido transmitidos y pre-caldeados determinados valores (sombríos y luminosos) propios de nuestra cultura ancestral; algunos francamente negativos pero la mayoría de gran valor herencial. Cuando logramos comprenderlos, mediante trabajos psicodramáticos de catarsis integrativa y profundas realizaciones simbólicas, comenzaremos entonces a soltar ataduras, a liberarnos de condicionamientos que solían atarnos y a cambiar algunas cosas.
Son muchos los caminos que nos conducen hacia el crecimiento en humanidad: el Karate Do y las artes marciales del Zen en general (por ejemplo), son senderos que ofrecen sabiduría, el Yoga es otra posibilidad sumamente valiosa. Los maestros Zen suelen citar una frase muy profunda: -“para aprender artes marciales hay que saber morir en cada momento, en cada instante del aquí y ahora”. Aprender a morir no es solamente prepararse cuando le toque a uno la hora final, frente a un contrincante; es aprender a transformarse, morir y renacer en cada instante. Aprender a renunciar a “como se es” y “aceptar que se va a ser de otra manera”.
La verdadera lucha del hombre es la controversia con los oponentes interiores y con respecto al momento final, hay muchas formas de enfrentar la muerte; aceptándola estoicamente como Gandhi o Moreno. Hay muertes diferentes: descarnadas, cínicas, rebeldes o desesperadas; la de Jacobo Levy Moreno fue serena y coherente, con su manera de pensar, de ver al mundo, de sentir, de valorar y de actuar. Zerka Moreno nos cuenta que su marido, en el momento de partir, le dijo mirándola a los ojos -“dame la mano”-“ahora me toca saltar a mí”. ¿Recuerdan como concebía el maestro rumano el momento del nacimiento en su cosmovisión? ¡lo veía como un Salto, un Arrojo, un Acto de Libertad!
Conjugar las tres miradas
La propuesta que les estoy haciendo apunta a la funcionalidad del saber articular estas tres miradas, para ayudar en profundidad a quienes estamos acompañando. Se logra sumando:
1- La visión de lo dramático que nos permite saber sobre nuestras tendencias a remolonear. Comprender de qué manera solemos detenernos en los pseudobeneficios secundarios del quedarnos detenidos y del “no querer saber”.
2-La mirada de lo arquetípico que nos otorga la posibilidad de atisbar hacia dónde estamos yendo, para intentar darnos cuenta y corregir el rumbo.
3-La mirada de lo ancestral que nos permite otear los porqués de nuestras conductas vinculares, de nuestros laberintos y dolencias, para encontrarles sentidos más profundos y nuevas posibilidades, y así tratar de transformar los designios de nuestro “destino” o, aceptar nuestras órbitas de vida, re-elegirlas auténticamente y ejercerlas en libertad.
¡Ésta es la propuesta! Nuestros sueños suelen darnos mensajes para aprender a re-elegir el auténtico camino. A veces nos sugieren, otras nos dan alaridos, para que comprendamos. Nuestros cuerpos nos susurran, nos dicen o nos gritan, aquello que nuestras mentes no quisieron o no han podido comprender todavía. Y cuando todo esto no alcanza para terminar de alertarnos, la Realidad Cotidiana y El Mundo se encargarán de despertarnos sacudiéndonos a golpes en el Sacrocoxis.
En el medio de nuestros laberintos de la vida el desafío es preguntarnos:
-“¿Qué me viene a enseñar todo esto?”
Nos lo enseña el Psicodrama, Carl Gustav Jung, la Psicología Transpersonal y nos lo dicen los Pensadores Tao y los maestros del Zen.
¡Escuchémoslos!
Muchas gracias.
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