La hoja de psicodrama nº 76

INTERNATIONAL WORKSHOP OF PSYCHODRAMA
Filgueira Boza, M.; Karp, M.; López Barberá, E.; Roldán Intxusta, G.; Perurena Lizarazu, J.; Biangel, R.I.
Fecha de recepción: 10/03/2023.
Fecha de aprobación: 03/04/2023.
LA HOJA DE PSICODRAMA Nº 76 (13-31)

International Workshop of Psychodrama

Cattólica (Italia), 30 Mayo a 5 Junio de 1987
Organizado por el Studio di Psicodramma de Milano (Giovanni Boria)

 

La experiencia de Marisol:

“Trabajábamos sesiones en pequeño grupo preformado, cada uno con su director, y en grupo grande. Las sesiones plenarias consistían en que uno de los grupos pequeños trabajaba cada día en el escenario delante del grupo grande.
También había caldeamientos y procesamientos en grupo pequeño y en grupo grande. Una experiencia intensa y controvertida”

(Marisol Filgueira, 21 Febrero 2018. Nota enviada para la Galería de la web de la AEP y para La Hoja de Psicodrama. ¡Parece que nunca se publicó!).

En el 36º congreso de la AEP en Haro 2022 hemos evocado este encuentro a raíz de la intervención de Gabriel Roldán sobre Zerka Toeman Moreno. Y con Roberto Inocencio, nos ha surgido la idea de contar aquella historia. Yo aporto mi parte, con el recuerdo mermado pero la emoción muy presente.

Con 27 años, llevaba algo más de un año trabajando en el Hospital Psiquiátrico Dr. Cabaleiro Goás de Toén (Ourense) y acudía al grupo de supervisión mensualmente en el ITGP (Madrid) con Pablo Población. Allí nos organizamos para ir a Cattólica, en avión desde Madrid a Milán y después en coche de alquiler. En el Hotel Maxim nos dieron una habitación con 5 camas. No recuerdo a todas mis compañeras (Elisa, Blanca, Carmen…) pero sí que una de ellas lo estaba pasando mal y se mostraba más aislada del grupo. Las demás tratamos de aprovechar la experiencia al máximo, no sólo en lo que se refiere a las sesiones de trabajo sino también en cuanto a la vida social. De ahí la foto que aporta Elisa, con frecuencia nos reuníamos en los pasillos a tomar algo y charlar con los chicos de la habitación contigua, donde estaban Paco, Gabriel y Julen. Gabriel también aporta fotos del tiempo de ocio, donde se puede comprobar que nos encontrábamos en una localidad turística y con clima de verano.

Entre los asistentes, tuve la fortuna de conocer a Enrique Stola, de Buenos Aires, con quien después he colaborado en varias ocasiones a lo largo de los años, en su escuela y en los congresos de la AEP. Me impresionaron sus trabajos con torturados (él mismo lo fue).

También conocí y me hice amiga de una chica llamada Carolina, que sigue en mi memoria afectiva, que siempre he pensado que era Carolina Becerril, pero ésta asegura que no estuvo en Cattólica. Me quedé perpleja en su día con este descubrimiento.

Sí hice una amiga para siempre, ayudando con la traducción del inglés, Susie Coombes (hoy Susie Taylor), alumna de Marcia Karp, con quien conservo el vínculo en la actualidad (soy madrina de su hija y hemos pasado tiempos juntas fuera del contexto de los congresos).

Pertenecer al grupo de Dalmiro Bustos fue una experiencia que marcó en mi la admiración por el maestro y un estilo de trabajo. Fue un grupo cohesionado y cálido, no por eso exento de las tensiones y el clima denso que impregnaron toda la conferencia. Nos reuníamos en las salas de trabajo que nos asignaban, pero a veces, por falta de espacio, tuvimos que hacer alguna sesión en nuestra habitación, sentados por las camas y por el suelo.

A esa edad, conocer a “los grandes” impresiona, se vivía como un honor y un privilegio. No obstante, pudimos comprobar que “los grandes” son humanos y también tienen sus dolores y miserias.

Zerka iba acompañada de su segundo marido y se contó que éste atropelló a Giovanni Boria (accidentalmente y sin consecuencias) durante el evento. Parece que el hecho fue real, pero se interpretó simbólicamente como su deseo de matar al hijo de Moreno (Boria es alumno de Moreno), y se difundió el rumor de que había atropellado a Jonathan (hijo biológico de Moreno).

Zerka era dura juzgando a los psicodramatistas que dirigieron grupos en el encuentro, en mi opinión particularmente dura con Anne Schützenberger y Grete Leutz (supuestamente, alumnas predilectas de Moreno). Como ya he contado en Haro, compartiendo mi experiencia en Beacon, Zerka (me) impone.

Trabajar con tu grupo pequeño en el escenario delante del grupo grande daba pánico, pero tratamos de salir airosos. Yo lo disfruté mucho. Nunca he superado el pánico escénico en 40 años ya de trayectoria psicodramática.

Recuerdo el grupo tranquilo e íntimo de Roberto Inocencio, lleno de respeto, y lo evoco como en penumbra y en silencio.

También el grupo bullicioso de Marcia Karp, no podía ser de otro modo con semejante directora. Ella hizo su propio caldeamiento en el escenario cantando y bailando “Carmen” de Bizet antes de ponerse a la tarea de dirigir. Su estilo es fascinante.

El auditorio, inmenso y revuelto, no paraba de emitir gemidos, suspiros y llantos ante lo que iba aconteciendo… y, como señala Marcia Karp, no tenía la posibilidad de aportar su devolución en el “sharing” o eco grupal. Así, se removían emociones intensas que no se ventilaban ni se contenían.

Evocar este encuentro parece que nos sigue removiendo a quienes allí estuvimos.

Los directores y organizadores de los grupos de Cattólica (Foto cedida y comentada por Marcia Karp)

 

“From left to right: Mónica Zuretti, Zerka Moreno, Giovanni Boria, Roberto d’ Inocencio, Anne Schützenberger, Marcia Karp, Grete Leutz, Shirley Barkley, Dalmiro Bustos, Ella Mae Shearon.

Planning the conference in Cattolica, Italy, 1985? It was the best psychodrama conference I’ve ever attended. It was also the most controversial. We compared and contrasted the styles of 8 psychodramatists.They were chosen by Mónica and Giovanni as most familiar to them. We compared the use of spontaneity and creativity, role reversal, doubling, humor, encounter, scene setting, role training and other core issues. The format, chosen by the organizers, was hotly contentious. The directors were asked to work with their small group of 17 people in front of the large group of 200. Some directors did this. Some refused and worked with the whole group of 200. Was it either democratic or Morenian to restrict participation to only members of the small group in front of the large? Was it right to disallow sharing, except for just 17 people, leaving 193 people silent? These issues were hotly debated. Marcia Karp”.

“De izquierda a derecha: Mónica Zuretti, Zerka Moreno, Giovanni Boria, Roberto d’ Inocencio, Anne Schützenberger, Marcia Karp, Grete Leutz, Shirley Barkley, Dalmiro Bustos, Ella Mae Shearon.

Planificando la conferencia de Cattolica, Italia, ¿1985? Fue la mejor conferencia de psico- drama a la que he asistido. También fue la más controvertida. Comparamos y contrastamos los estilos de 8 psicodramatistas. Fueron escogidos por Mónica y Giovanni porque los conocían más. Comparamos el uso de la espontaneidad y la creatividad, el cambio de roles, el doble, el humor, el encuentro, la puesta en escena, el en- trenamiento de roles y otros temas nucleares. El formato, elegido por los organizadores, fue muy controvertido. Los directores tenían que trabajar con su grupo pequeño de 17 personas frente al grupo grande de 200. Algunos directores lo hicieron. Otros se negaron y trabajaron con todo el grupo de 200. ¿Era democrático o Moreniano restringir la participación únicamente a los miembros del grupo pequeño frente al grande? ¿Era correcto prohibir el eco grupal, salvo a las 17 personas, dejando a 193 en silencio? Estas cuestiones se debatieron acaloradamente. Marcia Karp” (traducción de Marisol Filgueira).

La experiencia de Elisa:

El inicio de la experiencia ya comenzó en el viaje de ida del grupo, en el que nos unía el psicodrama y la pertenencia al ITGP (Carmen Fernández, Francisco Delgado, Marisol Filgueira y Blanca Lusilla), y también algún ramalazo grupal de euforia por la “aventura” y la curiosidad, que luego se confirmaron con creces en la experiencia intensa, desde sus luces y algunas sombras. Ya en el avión, nos encontramos con dos asistentes al encuentro. Pablo Falcón, cuya seña de identidad era su pertenencia a la Universidad, y Aurora (no recuerdo el apellido) procedente de Pamplona, una psicóloga que trabajaba con grupos, con quien entablé una relación que perdura desde los contactos ocasionales.

Recuerdo la llegada a uno de los dos hoteles, sedes del alojamiento de los ciento y muchos participantes: La sorpresa de asignarnos una habitación de cinco plazas que compartimos las 4 compañeras del ITGP junto con Aurora. Esta habitación se convirtió a lo largo del Encuentro en uno de los “locus” de reunión improvisados. Fue un espacio múltiple: De alguna reunión de procesamiento del subgrupo que constituimos coordinado por Dalmiro Bustos. De debates y elaboración sobre las experiencias que iban surgiendo en el gran grupo, a los que seagregaban participantes de otros subgrupos. De prolongación del espíritu festivo imperante en los espacios de descanso. Y refugio ocasional de contención emocional y desahogo de compañeros también procedentes de otros subgrupos, desde sus vivencias de las actividades realizadas.

Una imagen más personal donde estamos varios asistentes al evento, miembros del grupo de Dalmiro
Bustos: de izquierda a derecha, Elisa López Barberá, Francisco Delgado Montero, Marisol Filgueira
Bouza, Gabriel Roldán Intxusta y Julen Perurena Lizarazu. (Foto cedida por Elisa López Barberá)

 

Como pre-inicio al Encuentro, la llegada progresiva de los asistentes el domingo por la tarde y la cena, en la que coincidimos por primera vez en la misma mesa con Dalmiro Bustos. Sin saber aún quién era, me encontré con una persona cercana, espontánea, mostrándose como un compañero de esta experiencia y, cuando se presentó, me supuso un impacto ya que sus publicaciones de psicodrama eran una referencia a nivel personal y en la escuela del ITGP.

El lunes por la mañana nos reunimos los miembros que íbamos a constituir el subgrupo coordinado por Dalmiro Bustos. Ahí conocí a Gabriel Roldán y a Julen Perurena, que se convirtieron en compañeros entrañables con los que, a día de hoy, sigo manteniendo viva esta huella. Había una pareja colombiana cálida y apaciguadora de las tensiones surgidas como resonancia de las del gran grupo. Y un psicodramatista italiano, un hombre mayor llamado Terencio, al que le adjudicamos el rol del abuelo protector y que acudió posteriormente a la Reunión de la AEP que se celebró pocos meses después del encuentro de Cattólica.

Coincido con Marisol en la vivencia de cohesión y calidez del grupo y la capacidad de transitar por momentos de tensión inevitable. Y el privilegio del aprendizaje profesional y humano con Dalmiro del que me quedó clara la diferencia entre ser psicodramatista y hacer psicodrama.

El encuadre de trabajo psicosociodramático del Encuentro me gustó y me pareció muy útil y coherente con el método psicodramático, contando por supuesto con los acaeceres surgidos. Algunos de los coordinadores prefirieron trabajar con el subgrupo a nivel psicodramático, surgiendo un protagonista dentro del mismo, desde una elección sociométrica del grupo, o bien postulándose alguien como protagonista tras el caldeamiento, o propuesto por el propio coordinador, quedando el resto de los participantes del gran grupo (los siete grupos restantes) como público. Guardo retazos de algunas de las temáticas surgidas a través de las escenas dramatizadas de los protagonistas: Falta de integración en el subgrupo. La muerte del padre y la dificultad de elaborar el duelo. La falta de comunicación en la pareja, entre los padres y los hijos. La necesidad de “ser visto y tenido en cuenta”. El encuentro con la ruptura y la soledad. A mi modo de ver y, pese a algunas críticas por el descontento del detrimento de no trabajar a nivel sociodramático, estas escenas eran también escenas del gran grupo. Había una sinergia entre ambas.

Fue muy enriquecedor ver trabajar a los psicodramatistas, desde su propia creatividad, tensión y espontaneidad, más allá de lo que guardo como acompañamientos que me parecieron adecuados y otros no tanto. Grette Leutz, desde su serenidad y habilidad para no dejarse envolver por posiciones histriónicas y evitativas, y acompañar a afrontar lo que se estaba eludiendo por miedo. Roberto con clara firmeza, cuidando al grupo en un momento en que era necesario para poder salir de una escena relacional grupal detenida, marcando en el escenario una barrera mediante unas sillas colocadas en herradura que establecían un límite entre el intragrupo y el gran grupo y un pequeño espacio abierto al exterior. Marcia Karp, cuya alma, al menos la psicodramática, tiene un trozo de esa mujer mítica, fuerte, brava, atrevida, no dejando indiferente al prójimo que esté a su alrededor y que hace resonar con la propia espontaneidad y creatividad. Con un caldeamiento rompedor, irreverente, pero espontáneo. Giovanni Boria, dando cara a ese momento difícil y duro de caos en los inicios de la carga del principio de la primera sesión y la primera escena, incluida la irrupción en el subgrupo de Zerka Moreno y sin haberse consolidado aún el Gran grupo y el subgrupo. Otra psicodramatista americana, que no recuerdo su nombre, y que me desconcertó en su conducción, pero que me sirvió de espejo de aspectos rechazados de mi como psicodramatista. Y Mónica Zuretti, en su trabajar desde una pureza moreniana, siendo ella misma. Hoy queda mi agradecimiento a estos maestros por habernos enseñado desde su forma de hacer psicodrama y haberse expuesto en su humanidad cercana y horizontal.

Hubo dos sociodramas. Uno al principio del encuentro en donde “se trajo al espíritu de Moreno”. Quizás en exceso, al menos en ese momento en que el grupo no estaba aun mínimamente cohesionado. No recuerdo quien lo condujo. El segundo, un psicosociodrama que surgió de la sesión coordinada por Dalmiro Bustos. Resultó una sesión en la que, de manera simbólica, se posibilitó el protagonismo del Gran grupo. Se partió de la sesión psicodramática del subgrupo con la elección de una protagonista por parte del director tras un caldeamiento grupal. Todos los miembros del subgrupo, constituidos en yo auxiliares de esta escena, pasamos a convertirnos en promotores de la acción en el gran grupo. Todo el espacio contuvo varios escenarios simultáneamente: el escenario en el que se hacía psicodrama, el patio de butacas donde se fue desplegando el caldeamiento en el gran grupo y creándose simultáneamente varias escenas. Ambos espacios se fundieron en uno.

Menciono aparte a Zerka Moreno y Anne Ancelin Shützenberger. Había tenido la oportunidad de haber participado previamente en talleres con cada una de ellas. Con A. Shützenberger, cuando la trajeron R. Fernández Ballesteros y P. Población al ITGP en su primera etapa y posteriormente con Zerka, cuando Roberto organizó un taller que se celebró en el entorno del palacio de la Magdalena en Santander. En la experiencia de Cattólica, mi registro emocional quedó ligado a la desunión claramente manifiesta entre estas dos MAESTRAS. Anne, gran protagonista desde su silencio. Zerka, gran protagonista como centro de la herencia de Moreno, con muchos grados de libertad para hacer. A día de hoy permanecen para mí en el nivel mítico.

La experiencia de Cattolica me resultó movilizadora y rica. Me alegra haber sido partícipe y miembro de esa “gran familia no biológica” de siete días de duración.

La experiencia de Gabriel:

Entonces era joven; y estaba trabajando como psicólogo y director de la comunidad terapéutica Haize-Gain (Gipuzkoa), en un dispositivo asistencial para drogodependientes.

Son los años 80 en el País Vasco, y estábamos construyendo el primer centro residencial para atender toxicómanos, en un tiempo donde la adicción a la heroína se había desatado en los jóvenes y creado gran alarma social.

Me había formado en el Instituto de Psicoanálisis de Donostia en psicodrama psicoanalítico, para posteriormente entrar a formar parte desde 1985 como alumno y también en tareas docentes en el master de “Psicoterapia de Grupo en Instituciones Públicas“, coordinado por Agustín Ozamiz y Mario Marrone, que iniciaba el Departamento de Sanidad del Gobierno Vasco, en colaboración con el Instituto de Grupoanálisis de Londres.

Fueron tiempos de una gran transformación social y desde la administración pública había sensibilidad y recursos para realizar un cambio desde un modelo asistencial vinculado a la beneficencia y a la iglesia a otro, pretendidamente de salud mental comunitaria.

Realizábamos una formación intensiva, un grupo reducido de profesionales en el Hospital psiquiátrico de Zamudio (Bizkaia), y los docentes eran reconocidos profesionales internacionales, principalmente de Argentina e Inglaterra con los que trabajábamos de modo intensivo durante varios días mensualmente.

Una de estas profesoras era Mónica Zuretti, psicodramatista moreniana que venía desde Buenos Aires, y con la que establecí una estrecha relación; después de la docencia nos acompañaba en la comunidad terapéutica con la estructuración de un nuevo modelo terapéutico.

Venía a Oiartzun, nos supervisaba, discutíamos teorías y práctica durante horas, paseábamos por San Sebastián y nos íbamos a comer rico.

Años muy duros, con el desarrollo del SIDA y en un contexto de violencia política y con ETA en el País Vasco, y desde aquí quiero hacer un reconocimiento público a todas las personas que me ayudaron y especialmente Ángela Molnos, antropóloga húngara y superviviente de un campo de concentración, que me enseñó la importancia de “estar” en estos momentos difíciles de zozobra y muerte.

Mónica estaba organizando un encuentro internacional de psicodrama en Italia con Giovanni Boria y en su modo sutil de insistir que ella tiene, decía aquello de “tienes que venir”. Nos había hablado de Moreno y Zerka y su estancia en Beacon y era la ocasión de conocer a la “abuela”.

Utilizo el plural, porque en aquellos años con Julen Perurena, psicólogo y compañero de trabajo y amigo, éramos uña y carne, y juntos íbamos a todos los líos; ávidos de explorar y aprender nuevos conocimientos y con ese descaro propio de la juventud, y también curtidos como estábamos en duras batallas, nos sentíamos con seguridad para cuestionar lo que nos sonaba mal.

Así que, como se hacían esas cosas entones nos dijimos: ¿Qué? ¿Vamos? Julen se acababa de comprar un coche rojo y 1500 kilómetros era una buena excusa para hacer su rodaje, y nos fuimos hasta Rímini.

Llegar y aquello era un caos. Perdón, probablemente sea injusto, la memoria quizás solo sean retazos imprecisos de emociones, imágenes y experiencias diversas, así que, con la licencia que da el tiempo después de 35 años, trataré de hacer un relato con aquellos recuerdos y las elaboraciones que después he ido reconstruyendo.

No conocíamos a nadie y buscamos a Mónica, se encontraba con Zerka y fuimos presentados, todavía guardo la imagen de su modo de mirar y mi estremecimiento y timidez al conocerla.

Donde nos alojábamos los participantes era un hotel lleno de bullicio, a medio camino entre una residencia de estudiantes y el camarote de los hermanos Marx. Este ambiente se mantuvo toda la semana del Congreso, y la camaradería y hacinamiento estimulaban las relaciones con colegas nacionales e internacionales. Muchas de estas relaciones se han mantenido en el tiempo, por la intensidad de lo vivido durante esos días.

El primer encuentro con el grupo grande creo se produjo en el mismo hotel en un sociodrama de bienvenida. En el caldeamiento aquello estaba que ardía. Se percibía la tensión, casi una histeria colectiva. Los maestros y líderes internacionales habían venido con sus alumnos. Era un asunto de grupos étnicos diferenciados, con códigos culturales propios. Me llamaba la atención en estos primeros momentos las colegas brasileiras por su efusividad, los japoneses sonrientes, los nórdicos hieráticos, mis hermanos/as desconocidos/as argentinos/ as alumnos de Mónica. En un inicio eran manifiestos las culturas, idiomas, y estilos diferentes de relación y trabajo.

Años después leyendo a Adam Blatner (1) me enteré que los últimos encuentros de psicodrama internacionales con Moreno todavía presente, tanto en Latinoamérica como Japón fueron muy conflictivos y no se habían producido más encuentros en bastantes años, excepto en el marco de la IAGP (International Associaton of Group Psicoterapy), que eran congresos abiertos a todo tipo de tendencias profesionales en psicoterapia de grupo.

En ese sociodrama Julen hizo de protagonista, en una escena que se fue construyendo grupalmente, donde el cadáver de Moreno en palio se paseaba por la sala, transportado por sus discípulos, los cuales se disputaban entre ellos los huesos de su cuerpo, guardándolos como reliquias, para conservarlas como un tesoro del líder muerto, que les daría el supuesto reconocimiento póstumo como psicodramatistas morenianos.

Esta sensación para mí estaba presente continuamente, lo que denominaría como “el espíritu de Moreno”, algo así como el duelo sin realizar del líder fallecido años antes y la herencia y la autoritas de su legado entre sus alumnos. Y allí estábamos todos en un totum revolutum, desde hijos profesionales o colegas que se habían formado con él en Beacon y nosotros, los hijos de los hijos, o sea nietos profesionales. Éramos una representación de la gran familia psicodramática de todo el mundo, reunidos por una semana en intensidad de 24h por 7 días, para dilucidar sobre el psicodrama post-moreniano.

Mis compañeras Marisol y Elisa han relatado la dinámica de trabajo en la discoteca donde nos encerrábamos a trabajar todo el día, en grupos pequeños y grandes; también comíamos juntos. Por las noches había la posibilidad de prolongar las discusiones sobre técnica y práctica en el grupo grande coordinado por Ella Mae Shearon, o dedicarse a lo divino y lo humano regado con alcohol y amistad hasta altas horas de la madrugada.

Las jornadas solo se extinguían cuando el cuerpo no aguantaba más, y le decía al alma que había que retirarse para descansar y recuperar fuerzas para continuar la próxima jornada.

Al lado del hotel estaba la playa, que en mi caso, después de un baño por la mañana me permitía despertarme, tonificándome me daba un respiro para digerir algo de todo lo que se me movía a tanta intensidad en las múltiples relaciones del Encuentro.

Trabajaba con Dalmiro Bustos en nuestro grupo pequeño, y el ambiente era de una cierta calma y cuidado, pero se percibía la tensión y el miedo de salir a dramatizar delante del grupo grande.

Según pasaban los días algunos de los coordinadores de grupo habían sido interrumpidos por Zerka de modo abrupto en el escenario, corrigiendo aspectos de la dirección escénica. Aquello no era Beacon y los coordinadores no eran estudiantes, en una prueba de examen de las capacidades de dirección. Hubo enfrentamientos entre los participantes.

Zerka estaba omnipresente en todo el encuentro como una sombra, que planeaba con su bastón al lado del escenario, con mucha autoridad en el trabajo escénico, corrigiendo aspectos técnicos y haciendo interpretaciones propias. Era la autoritas reconocida y la depositaria del legado de Moreno. Ella hace y deshace, tiene sus preferidos y denostados, puro estilo de Moreno. Con los días todo ese peso que ella soporta se va dulcificando y el aire se hace más respirable.

Conservo una escena icónica y liberadora de Marcia Karp, poderosa, con un vestido rojo chillón desde el escenario desafiante y provocador cantando Toreador, que nos hizo poner a todos de pie a cantar a voz en grito Carmen de Bizet.

Otra escena que llamaba la atención era la posición de Anne Ancelin Schützenberger, apartada de la posición de los directores. Recuerdo una comida con ella, donde Elisa López Barberá emocionada me explicaba la importante aportación de su obra psicodramática y su proximidad a Moreno. Me producía tristeza su exclusión, era un enigma y mi fantasía apuntaba a cuitas antiguas.

El proceso psicodramático colectivo se fue construyendo y deconstruyendo, de pronto el caos se instalaba y momentos después aparecía un momento de genialidad e inspiración que iluminaba salidas al encuentro y daba un instante de insight y de calma que te daban paz y exclamar: “Ah, ahora entiendo algo”.

Las descompensaciones eran frecuentes y me impactó ver a profesionales reconocidos llorando. Érase un sálvese quien pueda y los que te recogían y cuidaban eran tus compañeros de grupo, que también recibían a los líderes caídos.

El manejo a la exposición abierta en un escenario me parece peligrosa, siempre que no haya alguien que sea cuidadoso/a, y recoja a las personas que están mostrando su vulnerabilidad en un grupo grande de su rol profesional y también su situación personal.

Después de diversas catarsis colectivas, poco a poco, y con la magia del encuentro psicodramático como suele ocurrir, se fue construyendo una tela de araña que sostuvo un inconsciente grupal amplio y rico en matices, que dio cabida a distintas personas, sensibilidades, y modos de trabajo diferentes, donde los coordinadores y participantes, que habían venido de todo el mundo, se viesen reconfortados, para darnos mutuamente un reconocimiento psicodramático postmoreniano.

Zerka tenía un papelón como líder. Moreno a su muerte le encomendó la difusión del psicodrama. Había creado y mantenido escuelas por todo el mundo, pero ya no estaba el mito creador. Es madre y viuda de Moreno (está en el encuentro su posterior marido y su hijo). En España solemos decir, reunión de familia, follón seguro. Ella hace lo mejor que puede ante tanta presión y es de agradecer su entereza y su fuerza.

Fuera del trabajo, en los gestos de la cotidianidad, Zerka aparece como una mujer sobria, un poco seria, pero con un sentido del humor particular, que a mí me gusta. Se la ve encantada de estar rodeada de una gran familia amorosa, de hijas y nietos, que la idolatra y la teme.

En la foto que realicé en la playa se la ve contenta, amontonándose con otras personas, y protegiéndose con su única mano del sol de mayo, mostrando su fragilidad y ternura.

A la izquierda, Gabriel Roldán, a la derecha Dalmiro Bustos, en el centro de
pie Mónica Zuretti y a su izquierda Carmen Fernández. (Foto cedida por Gabriel Roldán)
(Foto cedida por Gabriel Roldán)

 

Mi valoración es que Cattólica fue un hito importante en el desarrollo histórico del psicodrama después de Moreno, y se pudo realizar con el aval de Zerka y donde participaron acreditados colegas con experiencia. A mi modo de ver, dio visibilidad y credibilidad a nuevos líderes, Marcia Karp, Shirley Barcley, Grete Leutz, Dalmiro Bustos, Mónica Zuretti, Giovanni Boria, Roberto de Inocencio, y un reconocimiento a las escuelas y los alumnos formados en ellas, así como una nueva estructura y proyección internacional al psicodrama adaptándose a los nuevos tiempos.

A lo largo de los años he trabajado con diferentes psicodramatistas prestigiosos, y en mi identidad profesional, el apellido psicodramático no ha ocupado los primeros lugares, incluso lo oculté unos años tras la experiencia de Cattólica, y es en los últimos tiempos donde he ido recuperándolo poco a poco con satisfacción, como una parte nutriente de mi historia.

Hoy en día, que ni siquiera sé cuáles son con claridad esos apellidos de mi rol profesional, creo que hay tantos psicodramas como psicodramatistas y algunos van conmigo y otros no. O como dice Víctor Korman, otro amigo psicoanalista, “yo soy kormaniano y tú gabrielano”. Por esto y más cosas, creo que una formación plural y una amplia vida personal, integrándolo con el estilo propio de ser y unas dosis grande de humildad, son algunos de los ingredientes básicos, que considero configuran a un terapeuta aceptable.

En el encuentro de Cattólica, participaron profesionales de diferentes orientaciones, además de psicodrama, también psicoanalistas, terapeutas sistémicos, gestálticos, y personas que estaban en formación en psicodrama.

Susie Coombes, Carmen, Francisco, Roberto, Elisa, Aurora, Marisol, Julen, Arturo, Pablo, Enrique, y colegas que no logro recordar sus nombres formaron parte de ese grupo íntimo que me acompañó esos días intensos. Conocí a Roberto de Inocencio y se inició otra historia, que queda pendiente de contar en otra ocasión.

Con los años valoro más el haber participado en esta experiencia y el bagaje profesional que ello supuso, a pesar de la desidealización de los maestros y su magia, dejando algunas de mis posiciones infantiles, para crecer y seguir mi camino propio, tolerando el dolor de las crecederas, y seguir aprendiendo siempre.

En la actualidad, algunas reminiscencias de esto que relato, lo voy sintiendo en los Symposium que realizamos anualmente en la AEP, SEPTG, IAGP y sociedades afines, lo cual lo considero como un regalo grande, la ocasión de poder encontrarme con colegas abiertamente, atreviéndome a exponerme emocionalmente en los talleres, y notando ese vértigo en el estómago, que me conecta con la vulnerabilidad ante un vacío sin guion, y la alegría y el miedo de lo que soy, y también lo que no sé de mí , en este oficio fascinante e inmenso como es el de ser terapeuta de grupo.

En la vuelta en coche desde Italia se unieron a nosotros, Aurora Gil y Lolo (psicoanalista vizcaína), y en dos días de viaje y una parada nocturna en Venecia, nos dio tiempo de hablar del engrudo emocional de lo vivido en el encuentro, tratando de poner en palabras lo que llevábamos dentro.

Mónica Zuretti todavía después de muchos años me pregunta “que les pasó a ustedes con el psicodrama después de Cattólica”. Yo también me lo pregunto.

La experiencia de Julen:

El relato de Gabriel Roldán, me ha parecido muy rico en la descripción de la experiencia que vivimos en Cattólica, tanto en cuanto a la situación, los emergentes grupales, así como la teoría y la práctica del psicodrama como instrumento psicoterapéutico y de los profesionales con los que compartimos la experiencia.

Al apostar por el modelo de la Comunidad Terapéutica para el tratamiento de drogodependencias, con un equipo multidisciplinar (psicólogos, trabajadores sociales y educadores especializados) donde los usuarios/pacientes participan activamente en el proceso grupal de tratamiento, nos llevó a explorar, conocer y profundizar, modelos de intervención que complementaran lo individual, lo grupal, lo familiar y también lo social.

En este proceso del conocimiento, acudimos a Cattólica, para ampliar la formación teórica y práctica de psicodrama.

A partir de aquí, el recuerdo que tengo es de que, me encontré, en medio de algo confuso, tensiones, bloqueo y dificultad de comunicación entre los asistentes del congreso, diferentes culturas, grupos, idiomas, … (parecía la Torre de Babel) y con una tarea, la definición y futuro del psicodrama Moreriano como legado, supervisado por su viuda Zerka Moreno.

Al captar esta situación, no estar vinculado a ningún maestro/a y también por mi espontaneidad y cierta osadía, me presté a participar en el sociodrama y expresar lo que captaba y sentía, lo que a su vez era traducido al inglés. Iniciando con ello una semana muy intensa de relaciones interpersonales, sensaciones, sentimientos y vínculos afectivos.

En cuanto al contenido, por sintetizar y con la mirada del tiempo, me recordaba a algunos de los elementos que Freud analiza en “Totem y Tabú”.

  • La muerte del líder/padre.
  • La disputa entre los hermanos/as por la herencia y la posesión de la madre.
  • La dificultad por elaborar el duelo.
  • La confusión e incertidumbre ante el futuro.
  • La necesidad de reconocimiento y la rivalidad entre los hermanos.
  • La necesidad de normalizar el futuro. Todo ello en un contexto de diferencias de culturas, idiomas e identidades diferenciadas (caos/riqueza).
  • El papel protagonista de las mujeres en el congreso me pareció muy importante.

Creo que fue una experiencia enriquecedora, donde también estaba presente la emergencia de diferentes teorías que ponían el acento en las energías naturales, lo mágico, el valor y poder de la PALABRA, así como la función SOCIAL en el cuidado de la SALUD MENTAL comunitaria.

La experiencia de Roberto:

Recomienzo a escribir sobre mi experiencia en una reunión internacional que se convocó en una pequeña población italiana llamada Cattólica en el año 1987. Y digo recomienzo, porque en más de una ocasión he empezado a escribir físicamente, y cotidianamente le he dado vueltas y vueltas sobre cómo expresar lo que fue aquello, y lo que fue para mí una experiencia novedosa y que, una vez más, acepté como algo que me traía la vida y yo, otra vez más, aceptaba el reto sin medir las consecuencias.

Lo que se ha dado en llamar “Cattólica” fue, para mí, una necesidad de encuentro entre muchos que necesitábamos ver quiénes éramos y desde dónde veníamos. Así fue cómo Giovanni Boria se ofreció a organizar la intendencia del encuentro mientras, según yo recuerdo, Mónica Zuretti y Marcia Karp se encargaron del componente organizativo de la reunión.

La reunión tenía como fundamento presentar el elemento creativo y espontáneo del psicodrama reuniendo a ocho directores psicodramáticos para comparar y, presumiblemente, aprender de diferentes estilos de ejercer la disciplina.

De estos ocho directores el más inexperto era yo. Todos los demás eran figuras internacionalmente conocidas en psicodrama y en psicoterapia de grupo. A mí me incluyeron en ese grupo por una serie de factores personales más que por mis capacidades técnicas en la materia.

Yo había conocido a todos por haber participado en congresos tanto de la IAGP como en la ASGPP -que es la sociedad americana de psicodrama, y esas relaciones personales con ellos determinaron mi inclusión en el grupo de ocho directores. Con todos tenía una relación cercana y de afecto.

Habíamos acordado repartir la audiencia entre los ocho que haríamos de directores y el plan era que presentáramos nuestra sesión con nuestro grupo y después pudiéramos oír la opinión u observaciones que los que nos observaban hicieran.

Y así fue… por poco tiempo.

Entonces yo creía que a pesar de los diferentes estilos que concurrieran en el psicodrama, el psicodrama era el o lo mismo para todos. Esta concepción mía fue producto de mi juventud y mi bisoñez.

Moreno quiso abrir la técnica a todo el que se acercó a ella. Y se acercó mucha gente de todo tipo. Por otro lado, el grupo en el que yo me había formado era un grupo compuesto por catorce personas de nueve países diferentes y siempre mantuvo un muy marcado matiz clínico.

En Cattólica nos reuníamos psicodramatistas con muchos modelos de formación y no siempre clínica.

El ambiente se fue caldeando en la necesidad de muchos de defender su modelo y, a veces, eso se lograba en detrimento de otros.

En mi caso, mi grupo empezó a preocuparse ante la posibilidad de ser criticado de una forma que se vivía como hostil. Yo intenté calmarle y hacerle entender que los que estábamos allí veníamos con la intención de aprender y compartir.

Todo grupo ocupaba una especie de escenario que, en realidad era la pista de baile de una discoteca. El público que observaba rodeaba una gran parte del escenario. Llegó nuestro turno de presentar nuestra sesión y yo, queriendo mostrar a mi grupo que la audiencia era de confiar, me senté dando la espalda al público.

¡Iluso! De las críticas más ilustrativas que recogí fue que cómo le daba la espalda al público.

¡Yo había olvidado que muchos de los que allí estaban procedían en principio del teatro y, usando todos la misma técnica, la perspectiva y la concepción de la finalidad no era compartida y variaba sustancialmente!

Más tarde comprendí que, independientemente de mi inmadurez experiencial, me faltaba la astucia que la persona que me seguía en el turno de presentación manejaba con virtuosidad asombrosa a mis ojos.

La persona que me siguió en el turno de presentación no respetó el acuerdo inicial que habíamos hecho los ocho directores y que consistía en trabajar con el pequeño grupo asignado. En su lugar involucró a todos los asistentes en un ejercicio común que, a mis inexpertos ojos, tenía un aire más carnavalesco que una demostración que diera lugar a ser observada por un grupo no participante. Como resultado, en el ejercicio no hubo grupo observador y con ello se eliminó la crítica resultante de la observación. También se le dio protagonismo al grupo entero, eliminando la posibilidad del celo y/o la envidia del observador que no participa en la acción grupal.

El sentimiento de exclusión que la dirección de esta sesión neutralizó incluyendo a todos los participantes en el encuentro de Cattólica estuvo presente en ámbitos más íntimos.

Psicodramatistas muy experimentados cuestionaron la inclusión de algunos, principalmente yo, entre los ocho y que ellos no lo estuvieran. Desde mi posición tangencial, oía comentarios que me llevaban a la reflexión anterior con la tranquilidad que me daba el haber sido invitado sin que hubiera hecho nada por mi parte por haber sido incluido entre aquellos ocho donde yo, a todas luces, tenía poco que hacer a la hora de las comparaciones.

El encuentro en Cattólica se titulaba algo así como “Ocho directores y ocho estilos”. Con ello se quería presentar cómo el psicodrama, teniendo una estructura básica que debería ser común, ofrecía, desde el principio de la espontaneidad, la libertad para que cada uno pueda darle ese toque personal resultante del momento psicodramático que se trate, y también aquello tan propio de cada uno resultante de su tránsito vital y también del tipo de formación que hubiera vivido.

Moreno, en su afán de promover la técnica, abrió las puertas a todo el que quiso acercarse a comprobar su efectividad. Y es verdad que el psicodrama dirigido y llevado a cabo con cuidado y con respeto, hará bien a cualquiera. Pero también es cierto que el psicodrama dirigido por alguien con experiencia teatral va a diferir en forma y fin al psicodrama dirigido por alguien sin esa experiencia y que sólo haya tenido una formación clínica. Tanto el desarrollo como la finalidad, a mi manera de ver, difieren.

A mí me formaron una pareja en la que él era médico y psicoanalista -Dean Elefthery- y ella era una actriz -Doreen Elefthery- que, en su juventud, no sólo hizo teatro, sino que, para sorpresa mía, años más tarde vi en una película que emitió TVE cuando la televisión en España era sólo en blanco y negro. Poco conocidos, salvo por los muy enterados, porque no hacían formación extensiva sino con grupos internacionales siempre en Europa central.

La formación era estrictamente clínica y ambos habían sido formados en Beacon. En Cattólica yo era el único que había sido formado por ellos y pienso que lo mismo que esa formación pudo haber influido en mi inclusión entre esos “ocho magníficos”, también pudo haber influido en el recelo y la desconfianza con los que yo sentí que se me observaba en alguna ocasión.

Para mí Cattólica fue una experiencia particular en la que pude conocer a esos monstruos psicodramáticos en toda su humanidad y en su capacidad de relación, no sólo en lo profesional sino también en lo personal. Con algunos he mantenido relación desde entonces y es algo que atesoro.

Entre las relaciones allí establecidas está una que compartimos muchos en la AEP, y que es Gabriel Roldán.

Debo añadir para terminar que, aunque el recuerdo de Cattólica se relaciona con el caos resultante del encuentro de “muchas estrellas”, yo creo que ha sido una experiencia para los que asistimos que perdura, de lo cual estos escritos que compartimos son evidencia. experiencia para los que asistimos que perdura, de lo cual estos escritos que compartimos son evidencia.

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