EL PSICODRAMA, EN BUSCA DEL TIEMPO OPORTUNO
Caballero Jiménez, A.; Pérez Silva, R.
Fecha de recepción: 14/4/2023.
Fecha de aprobación: 24/5/2023.
LA HOJA DE PSICODRAMA Nº 76 (42-51)
Resumen
Nos proponemos recuperar algunas de las cuestiones centrales en torno a la concepción del tiempo. Posteriormente, señalaremos cómo fue entendido el tiempo por el creador del Psicodrama, Jacob Levy Moreno. Sostenemos que el Psicodrama como cosmovisión es hoy más necesario que nunca. En él habita una auténtica alternativa que ayuda a mitigar el sufrimiento social y psíquico; en suma, atender la concepción del tiempo que propone
el Psicodrama como un dispositivo de resistencia y de encuentro entre individuos y grupos, nos ayuda a conocer, para poder ser transformadas, las claves que configuran el tiempo actual y cómo este condiciona negativamente nuestras vidas.
Abstract
We intend to recover some of the central issues around the conception of time. Subsequently, we will point out how time was understood by the creator of psychodrama, Jacob Levy Moreno. We maintain that psychodrama as a worldview is needed today more than ever. It inhabits an authentic alternative that helps to mitigate social and psychological suffering; in addition, attending to the conception of time that proposes psychodrama as a device of resistance and encounter between individuals and groups helps us know, in order to be transformed, the keys that configure the current time and how it negatively conditions our lives.
El Psicodrama, en busca del tiempo oportuno
Introducción
En las relaciones sociales y en la relación con nosotros mismos, un espectro desdibujado, que tiene que ver con el tiempo como bien escaso, recorre los cuerpos, las emociones y el pensamiento de muchos de nosotros y de nosotras. A la vez, hay una creciente investigación en torno la experiencia del tiempo, a la sensación generalizada de falta de aire, al individuo convertido en multitarea, y, en fin, una atención mayor a ese creciente malestar que va abriéndose paso silenciosamente por las calles, los edificios de nuestra ciudad, apoderándose de las personas: mitigando en nosotros el deseo de crear. Una sensación de carencia vital y de deseo de vivir caracteriza nuestro presente. En todo ello, la concepción del tiempo juega un papel central. Como en la novela de M. Proust, En busca del tiempo perdido, nos proponemos trabajar por otro tiempo para que puedan abrirse más puertas que dejen entrar más vida. De modo muy esquemático, podríamos decir que el tiempo es un fantasma que atraviesa todo el sistema productivo y de sentido; en su aspecto negativo, es un acontecimiento, y como tal, trabaja en diversos planos de la realidad. Una manera de comportarse la del tiempo cronos que, en el mejor de los casos, refiere prisa, repetición, cansancio y hastío. Uno de los textos que trata esta cuestión es Malestamos (2022) “la salud mental es el nuevo hablar-de-qué-tiempo- hace”. Los propios autores, unas líneas después, explican que hablar de salud mental es un modo de no decir “desesperanza, cansancio, falta de expectativas, estrés, preocupación”, (p. 11). Con ello, explican que el campo social, las ideologías hegemónicas y las relaciones económicas tienen mucho que ver en un asunto que es imposible atender únicamente desde lo psíquico, pues la precariedad social, derivada de unas estructuras económicas y políticas injustas, está en la base de un sufrimiento que se extiende poco a poco por el cuerpo social.
Por otra parte, Jacob Levy Moreno en su obra Las Palabras del Padre (1920) identifica en la Divinidad dos características esenciales: la espontaneidad y la creatividad. Todo lo que importa en nuestras vidas se logra identificar a través del momento divino; el momento divino está constituido por cada aspecto de la existencia humana, especialmente de todo aquello que es significativo para la persona o el grupo, pues no se revela a través del tiempo lineal sino desde el tiempo-ahora, como se refirió Walter Benjamin en su Tesis XIV: “La historia es objeto de una construcción cuyo lugar no es el tiempo homogéneo y vacío sino el que está lleno de “tiempo del ahora [jetztzeit]”, (p. 51). Así pues, para la construcción de este momento se va a requerir de una concepción del tiempo diferente a la cronológica lineal. Esto es lo que todo especialista de la metodología de acción debe tener en cuenta: el espacio-tiempo de la escena de la persona, del grupo y de los principales rasgos que configuran los entornos en los que el individuo habita.
El psicodrama tiene diversos enfoques, multitud de herramientas, hermanamientos con otras terapias, como la terapia analítica, el psicoanálisis, la terapia Gestalt, o con otras disciplinas artísticas como el teatro. ¿Puede el psicodrama subrayar su papel en la resistencia y en la construcción de un paradigma temporal que se avenga mejor a un mundo más humano? Nosotros consideramos que sí, y que de hecho lo hace desde su creación, ahora hace cien años, hasta hoy. En este trabajo proponemos conocer algunas de las claves que, desde el pensamiento filosófico, pueden otorgarnos una visión más completa de la estructura temporal hoy más condicionante de nuestras vidas. Deseamos profundizar en los rostros de un psicodrama que pueda ayudar a confrontar este tiempo sin tiempo. Desde su propuesta de conocer la verdad del alma a través de la acción, el psicodrama puede favorecer su transformación.
¿Es el psicodrama un método que pueda proponer la experiencia como núcleo de su trabajo frente a la vivencia que solo busca la novedad última? ¿El psicodrama como modelo sociopsicoterapéutico tiene la capacidad de donar tiempo oportuno y hacer un llamado al acontecimiento y al misterio de lo real en los grupos? En este sentido, nos preguntamos si no son acaso sus técnicas básicas, -el espejo, el soliloquio, el doble o la inversión de roles- preciosos procederes de entrega de tiempo. Otro tanto podríamos decir de la multiplicación dramática, la interpolación de resistencias o el trabajo con esculturas. El director, los yo-auxiliares son también grandes proveedores de tiempo para el otro.
Al lado de las preguntas que nos vamos haciendo en torno al tiempo, caminan muy cerca aquellas que acechan el deseo de elevarse del espíritu humano: la soledad, el aumento de la sensación de vacío, el suicidio, la competitividad del uno contra uno, entre muchas. Tomamos del libro Malestamos (2022) de Marta Carmona y Javier Padilla, esta descripción tan esclarecedora:
El malestar del que hablamos no es una depresión clínica ni un trastorno de ansiedad, generalizado, tampoco es una arritmia o una enfermedad neurológica aún en busca de diagnóstico. No, tampoco es estreñimiento. Este malestar es una condición que se diferencia de la enfermedad, pero también de la salud, que nos impide afirmar con rotundidad que estamos sanos, pero que no nos coloca dentro de ninguna categoría diagnóstica (p. 25-26).
1. Breve recorrido del tiempo en la filosofía. Dos propuestas actuales: el tiempo alienado de Hartmut Rosa y el tiempo que da tumbos de Byun-Chul Han
El tiempo y el espacio son dos conceptos nucleares en el pensamiento de Jacob L. Moreno. Por ello, nuestra reflexión tiene la intención de vincular dos posiciones filosóficas con la cosmovisión psicodramática. El tiempo que propone el psicodrama sabe que ha de darse la posibilidad de que se unan, aunque sea momentáneamente, lo minúsculo y lo mayúsculo, el microcosmos que somos cada uno y cada una con los entornos comunitarios, luego sociales, globales y, finalmente, con el cosmos. En realidad, lo que ocurre es que el tiempo, en su heterogeneidad, tiene dentro de sí a su propio enemigo. El filósofo Luis Ferreiro lo analiza señalando enemigos del tiempo oportuno: el único que es capaz de crear acontecimientos para más vida. Los adversarios son el aburrimiento que provoca un desentenderse del tiempo, la impaciencia, que el autor acusa como “la enfermedad psíquica del capitalismo (p. 4), el remordimiento que impide la asunción del perdón y la fantasía entendida como evasión” (p. 4-5).
El tiempo está entre los intereses del pensamiento filosófico. Desde, cómo fue entendido en la antigua Grecia, pasando por las sociedades teocráticas, luego en la irrupción de la modernidad, hasta hoy, han sido muchas las transformaciones que podemos rastrear. Uno de los autores que se detuvo en estudiar el tiempo fue san Agustín. Como escribe Reyes Mate (2013), Agustín, el santo nacido en Tagaste, propuso, desde las dificultades que conlleva nombrar el pretérito, el presente y el futuro de forma aislada y lineal, referirnos al presente del presente como la atención, al presente del pasado como la memoria y al presente del futuro como la expectación (p. 24). Más tarde, ya en el siglo XX, fue Bergson quien estudió cómo el tiempo para la física se proyecta en el espacio, aunque nuestra comprensión interna funciona de otro modo. De ahí la diferencia que explicó en obras como Ensayos sobre los datos inmediatos de la conciencia (1999), entre tiempo científico, -el del reloj que solemos decir-, y el tiempo como duración. Para Bergson, la duración está estrechamente ligada con la creación.
Desde lugares del pensamiento diferentes, son varios autores los que están señalando los peligros que entraña el dominio actual de una determinada concepción del tiempo. Pues esta tiene la capacidad de configurar nuestro sentir, nuestro pensar y nuestro quehacer. La mecánica del funcionamiento del tiempo hoy parte de una supuesta naturaleza inocente y eterna; con ello, genera una aceptación resignada por parte de los ciudadanos y de las ciudadanas. No obstante, nosotros mismos somos testigos de haber experimentado otra concepción del tiempo. Esa naturaleza cándida, y prácticamente eterna, con la que se nos presenta la visión dominante del tiempo, es el haz que se sostiene, mientras lo oculta, en el envés de una prácticamente imposible fuerza para imaginar la posibilidad de otra noción que no sea la que ostenta la supremacía. En fin, queremos decir, que conocemos mucho mejor el tiempo, que nos atraviesa y nos configura, por sus efectos, que por sus, siempre complejas, en ningún caso unidimensionales, causas.
Destacamos brevemente dos estudios actuales en torno al tiempo. Harmut Rosa en su obra Alienación y aceleración: Hacia una teoría crítica de la temporalidad en la modernidad tardía (2016), defiende que la configuración temporal -a la que él llama régimen temporal- está producida por la lógica de la aceleración social (p. 10), aceleración que, para él, está estrechamente ligada con la esencia de la modernidad. Desde aquí atenderá un concepto basal proveniente de Marx y que desarrolló la Escuela de Frankfurt, el concepto de alienación. Según Rosa, el actual régimen temporal, que ha producido la aceleración social, hace difícil mantener el ideal moderno de una buena vida. El régimen temporal de nuestros días es un generador de vidas alienadas.
Sin embargo, Chul-Han en su obra El aroma del tiempo. Un ensayo filosófico sobre el arte de demorarse (2014), analiza la aceleración del tiempo como uno de los muchos síntomas que tienen su raíz en la dispersión temporal (p. 7). En efecto, la causa de la dispersión temporal no es la aceleración del mismo, sino la disincronía, o lo que es igual, “la percepción de que el tiempo da tumbos sin rumbo alguno” (p. 7). Es esta atomización la que se puede observar en la confusión cotidiana en medio de la que vivimos y en donde, como escribe Han: “El tiempo de vida ya no se estructura en cortes, finales, umbrales ni transiciones” (p. 20). Entonces, el tiempo actual, debido a su articulación débil, impide que haya acontecimientos en su verdadero sentido (p. 38). Un tiempo con infinidad de vivencias, pero sin posibilidad de vivir experiencias, tal y como escribió Giorgio Agamben en su obra Infancia y experiencia (2007): “El hombre moderno vuelve a la noche a su casa extenuado por un fárrago de acontecimientos -divertidos o tediosos, insólitos o comunes, atroces o placenteros– sin que ninguno de ellos se haya convertido en experiencia” (p. 8).
Podemos afirmar, con esta breve exposición, que ambos estudios, tanto el de Han como el de Rosa, proponen un análisis distinto y llegan a propuestas –aunque esto no sea aquí nuestro centro de interés- también diversas. Ahora bien, no menos cierto es que los dos autores realizan un recorrido en que, en ocasiones, se entreveran causas, consecuencias y, por qué no decirlo, hasta propuestas de solución. Con todo, conviene dejar claro que también parten de miradas filosóficas de diverso origen.
2. La carencia de tiempo como falta de aire: Josep M. Esquirol y L. Sáez
Que la fugacidad del tiempo no es una cuestión exclusiva de nuestra época, es algo sabido por todos. Piénsese en el Barroco literario donde vanitas vanitatum o memento mori son conceptos ligados a obras pictóricas como Saturno de Rubens (1636), o La vida es siempre breve y fugitiva (1648) de Francisco de Quevedo.
El filósofo Josep M. Esquirol en su obra El respirar de los días (2009) propone un recorrido en torno a las diversas maneras de entender y vivir el mundo, así como a algunas de sus texturas y densidades, siempre diferentes entre sí. Lo hace bajo una premisa: en realidad desconocemos las fuentes de las muchas figuras del tiempo. Aun así, el autor de obras como La resistencia última (2015) o La penúltima bondad (2018), propone un recorrido por nueve figuras del tiempo, entre las que destacamos para este trabajo, el tiempo que pasa, el tiempo acelerado, el tiempo que se da y el tiempo oportuno.
En el capítulo El tiempo que pasa, el tiempo va produciendo un desgaste en nosotros y en las cosas; tanto es así, que este envejecimiento afecta al ser completamente. Y no sólo esto, sino que el envejecimiento nos lleva a la muerte. Los seres humanos contamos con la esperanza y con la memoria para confrontar y contrarrestar el peso y la oscuridad que tantas veces comporta el paso del tiempo. Lo dice Esquirol con estas palabras, refiriéndose a la esperanza y a la memoria: son nuestra pequeña y pasajera victoria sobre el tiempo destructor” (p. 42). La memoria abre las puertas de la esperanza porque propone un modo de volver a encontrar un tiempo que ya se había ido, o dicho con palabras del propio Esquirol: “Tiempo reencontrado, recuperado, a salvo del paso del tiempo” (p. 46).
El siguiente capítulo del ensayo El respirar de los días (2009) analiza la imposibilidad de que el tiempo que se fue vuelva. Espacialmente sí podemos regresar a un lugar del que hemos partido, pero temporalmente no. Ese momento que se fue ya se ha ido para siempre. El irse para siempre está estrechamente ligado con la finitud de la vida y es esta finitud la que a la postre provoca que el tiempo sea irreversible.
El capítulo IV lleva por título El tiempo acelerado (del consumo y de la información) y en él se reflexiona acerca del tiempo que se configura desde la tecnificación y el consumo. Todo ello ha traído la falta de tiempo, el no disponer de tiempo. Con la consiguiente predisposición a generar estilos de vida basados en la prisa con que se hacen los vínculos y en la tendencia al estrés. Esquirol concluye preguntándose si no es razonable que este contexto acelerado no esté predisponiendo para el desarrollo de patologías como la depresión o la hiperactividad (p. 85).
-Si se nos permite un excurso breve, creemos que el análisis que propone el filósofo Luis Sáez en textos como Occidente enfermo: Filosofías y Patologías de Civilización (2011), es un buen ejemplo de una rigurosa propuesta que examina el suelo que hay debajo de muchas de las patologías que conocemos y experimentamos. En estricto, del trabajo que Sáez escribe en esta obra coral, y que lleva por título “Enfermedades de Occidente. Patologías actuales del vacío desde el nexo entre filosofía y psicopatología”, recogemos dos ideas que se avienen bien con nuestra idea de subrayar de qué modo el psicodrama está presente desde el interior de su teoría y en sus prácticas en la creación de un tiempo nutricio.
Para entender con más hondura qué es eso raro que nos está pasando, a tenor de las consecuencias, pero intentando escudriñar en su fondo, encontramos en el pensamiento de Sáez un análisis que ofrece un acercamiento a nuestro tema que vale la pena recoger en sus líneas más gruesas. Nos interesa de su producción, especialmente, las reflexiones que dirige a al ser humano de hoy. Un ser que se mueve en un mundo en el que apenas si hay vínculo y conexión real con lo que nos circunda porque también se ha desvanecido la trabazón con nuestro propio ser. Dice Sáez (2007): “Desarraigado, como un ser sin-mundo, el hombre de hoy finge estar sobre la tierra de muchos modos” (p. 57). Este estudio se situará en el terreno de la ontología y no tanto en el de las acciones que aparecen en la superficie del vivir.
Para el autor de Enfermedades de Occidente (2011), nuestro mundo se encuentra parado a pesar de tanto movimiento y prisa, además de estar en el centro de una crisis que se constata en ámbitos como la economía y la cultura, aunque también en los modos y fines de vida. Ello provoca una serie de patologías sociales entendidas como “un desfallecimiento de la vida, una depotenciación de su devenir intensivo” (p. 75). Las patologías de civilización vendrían caracterizadas por una decadencia que es nombrada por el autor como ficcionalización del mundo, ya que, según sus palabras, “En esta sociedad, que merece por ello ser denominada sociedad estacionaria, se esconde un vacío de ser, una sustitución completa del ser por su ficción representativa” (p. 83). Es por eso, que más arriba hemos hablado de la pérdida de conexión con nosotros mismos, es decir, de la mitigación de nuestras dimensiones de espontaneidad y de creatividad.
En fin, no es aquí el lugar de desarrollar la propuesta teórica del autor de El ocaso de Occidente (2015), pero sí de tener en cuenta las líneas generales de su análisis que tanta luz arrojan en el fondo oscuro que habita en nuestro tiempo y que está a la espera de ser, no rechazado ni olvidado, sino cruzado y transformado en fuerza de creación. Es indudable, que mucho de eso que nos está pasando y que podemos ver en superficie, en sus efectos y consecuencias, está sostenido y entrelazado en su interior, -un interior incorpóreo y difuso-, con lo externo, hasta el punto de que a veces se hace difícil, siquiera didácticamente, distinguir y separar lo uno de lo otro. Por último, en otro artículo titulado Ficcionalización del mundo. Aportes para una crítica de patologías sociales (2007), afirma que las llamadas enfermedades del vacío, tan íntimamente ligadas con el malestar cada vez más extendido, están generando un fuerte resentimiento generalizado (p. 66). Este resentimiento está en la base de ese sentimiento de apatía y desafecto que observamos en nuestros entornos, y en la dificultad por desarrollar un proyecto vital –personal o comunitario- sin la necesidad de buscar un enemigo fuera-.
Habíamos dejado nuestra reflexión en la penúltima parte que nos interesa de El respirar de los días (2009) de Esquirol. Leemos en ella que, cuando damos, donamos el tiempo: “La vida no disminuye, sino que aumenta” (p. 92). En este capítulo dedicado al tiempo que se da, Esquirol propone el dar el tiempo como una oportunidad de atenderse uno mismo con mayor atención y de vincularse con el otro y con el entorno con respeto y con generosidad (p. 90-93). Dar tiempo es cocrear espacios de reposo y de conversación creadora y amistosa.
3. El tiempo y el espacio en el Psicodrama
El psicodrama parte de una concepción temporal diferente a la que hoy nos configura. Tiene mucho más que ver con el tiempo oportuno que describe Esquirol y que habíamos dejado para explicar ahora. Si, como leemos en el libro del Eclesiastés, todo bajo el cielo tiene su momento y su tiempo, el psicodrama aun teniéndoselas que ver, inexorablemente, con el tiempo del reloj tiene la sabiduría de poner las bases para que acontezca el tiempo en que se dan unidos, pero no confundidos, el pasado, el presente y el futuro. Lo que va ocurrir en la escena psicodramática, sorprendentemente, lo podríamos leer en esta frase que escribe Esquirol (2009): “recuerdo algo que ya pasó y lo repito en la memoria, lo “represento”. El filósofo se refiere a una representación interna, el psicodrama lleva este material al escenario.
Eugenio Garrido Martin en su célebre libro Psicología del Encuentro (1978) dice que para activar y asistir el momento moreniano es necesario un proceso que nos lleva de la realidad al como sí, empleando para ello herramientas que son denominadas activadores físicos y psicológicos, comúnmente conocidos en esta metodología de acción como caldeamiento o warming-up. En otras palabras, se trata de andar el camino de El ojo de Dios: sociatría, sociometría, habitar el tiempo para adentrarnos en lo que conocemos como el aquí y ahora, que más allá de ser una noción abstracta, es lo que permite el desempeño de roles para que puedan ser modificados y romper con los guiones rígidos de vida.
El proceso que se desata sobre el escenario está estructurado desde la práctica de la filosofía del momento: en ella, queda subrayada la importancia del tiempo-espacio y la del encuentro. Moreno con su habitual forma de escritura, comparte la forma en que comprende la psicoterapia existencial y, con ello, pone de relieve la función de los universales: tiempo, espacio, realidad y cosmos. Para nuestro trabajo tomaremos el espacio y el tiempo.
El espacio es la extensión que contiene la materia, en otras palabras, lugar o parte que ocupa esa materia definida en forma tangible o intangible, objetiva o subjetiva. En el espacio hay siempre algo: una imagen, una idea, un recuerdo, un momento, un pensamiento, modelos matemáticos, físicos, geometría, la realidad tal como es percibida o deseada, el objeto de la atención de alguien, la persona, yo, Dios y el otro. Por su parte, el tiempo es un tema que ha preocupado a la humanidad desde sus orígenes. La humanidad le ha otorgado un carácter necesario, indispensable, fundamental, pues este determina el paso de la realidad, la guía de segundos, minutos, horas, etcétera.
Juan Arnau en un artículo del periódico El País (2020) nos ayuda a reflexionar sobre la idea del espacio-tiempo. Para este autor, la dualidad sucede en el interior del ser humano como experiencia relativizada en acontecimientos; imágenes entrañables, sensaciones que quedan en el organismo, experiencias determinadas como experiencias cualitativas, emociones que se manifiestan en los sentidos. Mientras que la experiencia cuantitativa es atribuida a la mecánica del tiempo. Por ejemplo, en la tradición jasídica encontramos que hay un legado interesante acerca de la forma en que es percibido el espacio-tiempo, de hecho, esta tradición denomina el aquí y ahora como una forma de señalar el lugar en el espacio-tiempo en el que nos encontramos o podemos encontrar. Algo así como si tuviéramos una máquina imaginaria del tiempo que transporta a todo ser humano al momento en que acontecen sus vivencias significativas, sean estas en un pasado, en un presente o en un futuro.
Moreno (1985) así lo comprendió y aplicó en su metodología bajo un esquema donde subyacen el origen, proceso y desarrollo de la escena. En términos suyos: matriz, locus y status nascendi. Es en esa espacialidad, de acuerdo con la sociatría, donde se muestra el centro autónomo de curación grupal y personal, que a su vez requiere de un tratamiento para acceder a esos momentos mediante la activación psico-corporal. En el texto de El Psicodrama, Moreno (1969) explica el espacio-tiempo como formas que intervienen en su psicoterapia. Recordemos que él tenía una idea muy diferente a la que hoy día se tiene de esta forma de trabajo psicológico; pues, no es únicamente una metodología destinada al individuo, como en algunas metodologías psicoterapéuticas, sino por el contrario, es una metodología que está dirigida a la existencia del individuo concreto, la sociedad y sus grupos, y sus vínculos últimos con el cosmos. Como dice nuestro autor, pasado, presente y futuro deben movilizarse del lugar de abstracción para trasladarse al plano de la acción.
Sobre la filosofía del momento, Garrido (1978) escribió que la experiencia es una sensación vital más que la manifestación de una idea tangible, la experiencia es algo que se presenta de súbito en un instante de espacio-tiempo pues aparece sin forzar la memoria, sorpresivamente. En todo ello, tiene mucho que ver la genialidad moreniana de activar las funciones psico-corporales. Es el caldeamiento quien promueve la estimulación de los sentidos, de las sensaciones y de las emociones. Promover vivir desde estas claves el espacio-tiempo supone establecer un vínculo primordial entre lo físico y lo místico. En otras palabras, vivir así el espacio-tiempo es remitirse a la acción del mundo interno, de lo orgánico y de lo emocional.
La dificultad que presenta llegar a una vivencia del tiempo en el sentido que acabamos de explicar, tiene que ver, en primer lugar, con el pasado que se presenta como dolor y sufrimiento. Como trauma y melancolía; con sensaciones corporales que no tienen una aparente respuesta o que tienen que ver con la falta de información para el alma de los ancestros propios, por citar solo algunas de las muchas contrariedades con las que nos vemos en nuestro trabajo. Se podría decir que todo presente que ciñe al pasado y al futuro, se vive con ansiedad, neurosis, enojo y con frustración. Malestares que cobran factura en el cuerpo y en la mente. Como tampoco la memoria encuentra respuesta ni acomodo en el presente, o, al contrario, la memoria es tachada por la fuerza del olvido. Generalmente, este presente no se vive, no se está en él, pues la mente juega a esconderlo detrás del pasado y del futuro. Futuro que aún no llega a ser pero que se piensa y se vive como si estuviera sucediendo; lo que terminará por ser un generador de angustia, ansiedad y depresión. Así lo explica Esquirol (2009) en una bella comparación con el pensar y actuar solo para sí. Dice: “El egoísmo coincide con el dominio absoluto de la planificación: los extensos y numerosos planes que el ego proyecta y elabora dejan al margen las invitaciones que proceden de la unicidad de cada momento” (p. 118).
Como escribe Pérez (2022):
“Con la metodología moreniana, la duración de la escena no es medida es cualidad, el grupo no percibe el paso del tiempo, el director es quien toma nota del tiempo cuantitativo, para no transgredir los límites de la sesión. Se organizan y reinterpretan en el cerebro, formas que se adoptan para volver a experimentarlas desde otra perspectiva, otra mirada, provocando emociones diversas, sensaciones estimuladas para dar paso al drama, un laberinto interminable de formas. Al habitar el tiempo del drama se recoge una forma de la experiencia, mientras más elementos sean inscritos en ella, las personas podrán habitarla” (p. 84).
4.El Psicodrama y la filosofía del momento
Necesitar tiempo significa no poder anticipar nada, tener que esperarlo todo. Franz Rosenzweig
El dispositivo moreniano ha sido creado con la finalidad de dotar a la humanidad de una nueva esperanza, lo ya conocido no deja de sembrar una fuerte dosis de alienación y conserva cultural, predisponiendo las formas que se tienen a la mano para enfrentar el vacío existencial. Es conocida la anécdota en la que Moreno (1978) expresó, después de una conferencia en Viena impartida por Sigmund Freud, sobre un sueño telepático. Allí el creador del psicodrama hizo referencia al trabajo que realizó con grupos y de cómo con su intervención ayudó a las personas a volver a soñar.
De acuerdo con lo escrito en párrafos anteriores, la propuesta moreniana toca un tema de suma importancia para la existencia humana, y es que, lejos de que su método se instale en una filosofía especulativa, logra que el pensamiento se materialice a través de la filosofía del momento. Espacio y tiempo tienen forma, atmosfera, tensión dramática, movimiento y expresión corporal; definición de fronteras establecidas en el desempeño de roles, encuentro, elección y rechazo, confrontación con escenas de la existencia del grupo, y por consecuencia de las personas que devienen en el aquí y ahora.
– Aunque, por otra parte, el grupo acude al momento en que se convoca la suma de experiencias inconscientes y conscientes. Ahí es donde se activa el factor tele -percepción sana a distancia- y la transferencia -percepción no sana, prejuicios o juicios de valor-. Ambas comparten espacio-tiempo en el corazón de cada participante y en el ser de la grupalidad. Este es un proceso que se encuentra inmerso en todas y cada una de las propuestas de Moreno. Tomemos como ejemplo, pues lo ilustra adecuadamente, la llamada sociatría. Esta se propone visualizar o hacer evidentes coincidencias o temas universales que competen a las personas de una cultura y sociedad, establecidas en la red social a través de conservas culturales, resistencias y repeticiones, juicios y prejuicios, en suma, se propone hacer visibles esas normas y reglas de comportamiento y relación que promueven el vacío existencial, y, con ello, la imposibilidad de poder ver para poderlo transformar.- En el grupo se dan las condiciones para que ocurra lo novedoso, lo que rompe de manera inesperada con la repetición de lo mismo. Ello se debe a que ya no soy yo el centro, sino que es otra realidad la que se despliega más allá del deseo concreto de cada uno de los participantes. Podemos hacer nuestra la reflexión de Reyes Mate cuando explica la importancia del otro en el pensamiento judío: Hermann Cohen, E. Levinas, M. Buber o F. Rosenzweig. En este sentido escribe Reyes Mate (2013): “Podemos hablar de tiempo cuando lo que nos espera nos adviene, nos sorprende, y no es mera repetición” (p. 29).
Conclusiones
Somos el tiempo que nos queda. Caballero Bonald.
Compartimos con Eduardo Pavlovsky (2015) que el psicodrama es especialmente grupal y social. Somos conscientes de que el psicodrama no ha dejado nunca de inventarse siendo fiel a sí mismo, no en vano es ese el modo principal de ser suyo, de actuar. Ahora bien, sí queríamos llamar la atención acerca de la necesidad del psicodrama que observamos en nuestros días. Una época en la que una vivencia del tiempo concreta se ha convertido en un escenario rígido que lo ocupa prácticamente todo. Para ello, hemos esbozado un análisis en torno al tiempo y cómo este está trabajando y haciendo que las cosas funcionen. La aceleración del tiempo, por un lado, y por otro, su atomización. Es probable que entre un análisis y otro no haya tantas diferencias, aunque afirmar la alienación como resultado de la aceleración del tiempo sea insuficiente, ya que como afirma Forero (2022), si bien muchas personas lo pasan mal con esta configuración temporal también las hay que están felices (p. 15).
Sin embargo, lo que a nosotros nos interesa aquí es recuperar la visión que el psicodrama y su creador Moreno tuvieron del tiempo como un universal y del tiempo en la escena psicodramática. La concepción temporal de Moreno enseña que el ser humano puede atender más a su sí mismo a través de una experiencia del tiempo que no esté rigidizándose ni en el pasado, ni en el presente, ni en el futuro. Una experiencia de lo temporal que esté abierta a la práctica que le llevará a vivir la ficción que supone vivir de forma separada y autónoma el pasado, el presente y el futuro.
Conviene recordar con Espina Barrio (1995) un matiz decisivo en la diferencia que Moreno establece con Bergson en la noción de duración del tiempo. En la categoría de Bergson no hay “lugar para el momento en el que se da el actor creador” (p. 76); y es que este momento, que nace de la genuina espontaneidad del ser humano, nos gusta verlo como el instante, la pequeña puerta, por la que puede entrar el mesías que escribió W. Benjamin (p. 59). En otras palabras, el relámpago y la oportunidad fugaz de reunión y de vínculo entre la corriente del tiempo cosmológico y el tiempo histórico nuestro. Como escribe Esquirol (2009), “Oportunidad significa, pues, encontrar la puerta, entrar bien al puerto” (p. 123). Desde ese lugar y desde ese tiempo estaremos abiertos al milagro y al asombro del encuentro con el momento creador.
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